“En el combate contra la mentira, el arte ha ganado
y ganará siempre, abiertamente, irrefutablemente, en el mundo enero”
(Alexander Solzhenitsin, discurso de Estocolmo, 1974)
Belleza, conocimiento e impulso vital
¿Es posible interpretar Il mio Dante de Roberto Benigni[1] en cuanto al alcance profundo de sus intenciones, y a la Divina Comedia teológicamente e inclusive literariamente sin una formación adecuada? No lo sé. Pero experimento la necesidad de hacer algunos comentarios acerca de la profunda impresión que me causó la lectura de esta obra del actor cómico italiano, un “provocador” intelectual y político, dedicado a la difusión de una de las obras literarias más sublimes de la cristiandad.
El actor-autor no se queda en la lectura erudita de los textos, sino que nos expresa una vez más a los hombres que nuestro destino eterno final puede ser el cielo o el infierno, que en definitiva es lo que nos muestra el Dante en la Divina Comedia, en una época que parece haberse olvidado de la “vida eterna”. La seriedad y dedicación con que el cómico trata el tema constituye una enorme contribución a quienes nos acercamos a La Divina Comedia guiados por su reciente libro, y nos brinda sobradas razones para agradecer su aporte al acercamiento de nuestra época al conocimiento y a la verdad a través del arte y la belleza.
El hombre tiene la capacidad y la necesidad de conocer la verdad. Sin embargo ¿existe un solo camino para hacerlo? ¿es el único camino el de la inteligencia y de la voluntad?
La belleza puede desempeñar un papel para acceder al conocimiento. A través del atractivo literario de sus obras, Alexander Solzhenitsin transmitió su conocimiento de verdades históricas a las que nunca hubieran llegado tantos millones de otra forma que leyendo sus ensayos. El Dante, a través de la narración poética nos pone en contacto consciente con otras verdades… [2]
¿Cuál es la relevancia del tema en estos momentos de la humanidad? Si dirigimos nuestra mirada a nuestro alrededor, y buscamos referencias y puntos de apoyo para entusiasmar a otros en la gran tarea de impulsar a la sociedad a la búsqueda de los caminos de la sensatez y el sentido común, no nos resultaría difícil encontrarlos, aunque el “deber moral del sentido común” no parece encontrarse hoy entre las prioridades más inmediatas del hombre. Cuando buscamos personas de carne y hueso para poner manos a la obra, nos encontramos con que muchos de aquellos con quienes compartimos ideales y creencias carecen del “impulso vital” necesario para transformar la realidad.
Ciertamente, la pérdida del coraje civil y el temor a tener que “pagar el precio de la propia identidad” constituye una buena parte del problema de los “bienpensantes”, pero no es la única razón para preferir el lugar de espectador al de protagonista. ¿De qué otro modo sería posible entonces despertar en los “hombres de buena voluntad” la imaginación y el impulso necesarios para la acción?[3] ¿Es casual que Roberto Benigni nos haya mostrado en “La vita è bella” que la belleza del amor de un padre por su hijo es capaz de transformar la vida, inclusive en un campo de concentración?
Si el Dante hubiera querido escribir su Divina Comedia sin acudir a la poesía, ciertamente le hubiera resultado más fácil y rápido. Redactar un texto en prosa en el cual volcar sus sueños, ideas e inspiraciones de un modo racional, le hubiera costado menos trabajo que utilizar el recurso poético de un modo ciertamente bello, y para muchos excelso.
Para Roberto Benigni, el actor cómico toscano de “La vita è bella”, la lectura, interpretación y comentarios sobre la Divina Comedia le permitieron llegar a partir de1991 a decenas de millones de espectadores que presenciaron sus espectáculos en Siena, Pisa, Roma, Padua, Bologna, Los Ángeles, Chicago, Florencia, y a través de emisoras de televisión como la Rai Uno, con una participación especial en 2002 en el Festival de Sanremo donde presentó el último canto del Paraíso.
Nos cuenta Valentina Pattaliva, que sus “méritos dantescos” lo hicieron acreedor a diversos títulos “honoris causae” en las universidades de Bologna, Florencia, Lovaina, Malta, y en el Ateneo Hebraico Torno University de Roma. Y pese a la elevada calidad de sus actuaciones, su erudición y los conocimientos específicos del Dante, Benigni afirma simplemente que “solo quiere transmitir lo que le gusta, lo que le produce alegría”.
Y no es que Benigni se haya convertido en un “nuevo apóstol de las gentes”. De la lectura de su libro “Il mio Dante” surgen incluso, aquí y allí, afirmaciones abiertas a varias interpretaciones, que podrían ser comprendidas de diversos modos, con algunos de las cuales quizás el propio Dante podría no estar de acuerdo. En algunos momentos, incluso Roberto Benigni escribe como actúa de costumbre en el escenario, al límite del desenfado.
Pero es la fuerza encerrada en la belleza de los textos del Dante lo me parece que le proporciona el “placer y la alegría” que muchas veces parecen ausentes de las vidas de los “bien pensantes”, cuya carencia les impide lograr el impulso vital necesario para impulsar las grandes obras. Ya es casi un lugar común afirmar que los males del mundo se deben tanto a los que hacen el mal que no deben, como a los “buenos” que no hacen el bien que deben. En este punto es que puede ser de ayuda la fuerza de la belleza de una obra de arte, como una narración poética, o una película.
En estos días, estamos con los espectáculos y el libro de Benigni en presencia de un caso patente y potente contemporáneo de “movilización popular” alrededor de lo excelsamente bello... y verdadero.
Benigni relaciona el placer y la belleza con lo divino.
El toscano se pregunta refiriéndose a la Divina Comedia: “¿Que habremos hecho de extraordinario para merecer un don tan bello? Es como si Dios hubiera dicho: miren, han sido tan aplicados y buenos que los quiero premiar; les voy a dar alguien que les escriba la Divina Comedia”.[4]
También afirma que “Dante ha dicho casi todo, y ni Shakespeare esta a su nivel: Shakespeare ha abarcado a todos los hombres, pero no ha rozado lo divino. Y Dante no escribió la Divina Comedia solo porque Dios existe, sino también para que Dios exista”. La belleza actuaría en este sentido como causa eficiente (no la única) de la conversión de los corazones y de las vidas.
Para su época y para hoy…
Señala Benigni que el Dante arranca su obra desde un punto que nos trae reminiscencias a sus lectores por dos razones: 1) el mismo estaba al escribir la Divina Comedia en “el medio del camino de la vida” y 2) se encontraba también “en una selva oscura”. Dicho de otra forma, “a los treinta y cinco años me encontraba perdido en el medio del bosque” ... Como sucede hoy, en circunstancias en que los hombres parecemos “perdidos en un bosque en el medio de la historia” ... esperando las fuerzas que nos ayuden a inflar las velas para avanzar hacia un destino mejor, impulsados por un viento favorable.
¿Podría ayudarnos la belleza a inflar nuestras velas?
Responde Benigni: “Un traductor americano de la Commedia ha afirmado que Dante vivía un período de depresión, y que escribió esta obra para volver a la vida (...) Es importante subrayar que la belleza de la poesía está en el hecho de hacernos partícipes de sentimientos nuevos, y también de acciones que están dentro nuestro y que ignoramos. Y le corresponde al poeta sacarlas afuera” (...) Afirma también que “el mundo se divide en dos: los que dividen al mundo y los que no lo dividen. Y esto sucede tanto en la literatura como en la vida. Están aquellos que dicen que todo está mal y sin posibilidad de rescate - y estos no me gustan para nada – y están los otros que dicen que todo está mal, pero que se arriesgan lo mismo para hacer visible la belleza en el medio de tanta obscuridad. Son mis preferidos, y Dante está entre estos porque a pesar del malestar que lo angustiaba amaba la vida (por consiguiente, morir va a ser lo último que yo haga).”[5]
Para sus contemporáneos, y para nosotros que setecientos años más tarde todavía seguimos “perdidos por la selva oscura” ... el éxito en estos días de las interpretaciones del Dante por Benigni podría deberse a dos razones, además de los méritos de interpretación. Primero, Dante se introdujo a sí mismo y a personajes de la época en que vivía en el argumento de la poesía. El Dante hizo a Virgilio contemporáneo suyo. Al respecto Benigni cita a Benedetto Croce: “la historia es siempre historia de la actualidad, se habla siempre del presente”. En segundo término, también introdujo personajes, momentos y sentimientos únicos, “esculpidos para la eternidad”. " .... “¡Esto es la belleza! El arte empieza cuando la eficacia es sacrificada a la belleza o a la verdad”
La Divina Comedia, afirma Benigni, “es un planeta desconocido en el que encontramos cosas que nos conciernen. Y es necesario que vayamos a nuestro pasado, como lo hace el Dante, que entra en su propia vida para ver más claro el presente. Ayudados por una luz que nos ayude a encontrar la llave de la vida, de nuestra propia existencia, en nuestro propio pasado oscuro, adonde no llega la propia luz de nuestro presente. Si uno se queda abajo del farol porque allí está la luz, no encontrará la llave”, que normalmente se encuentra perdida en la oscuridad. Es necesario buscar con humildad en nuestras propias zonas umbrías y de ignorancia. “Mirad como estáis hechos, y encontrareis todas las llaves del mundo”...
Y además están el deseo y el amor…
“La Ilíada dice que toda la historia es una batalla, la Odisea que toda la vida es un viaje, el libro de Job que toda la vida es un enigma, y la Divina Comedia que toda la vida es deseo, y también amor”
Y finalmente el Paraíso…
¿Cómo puede un hombre viviendo en la tierra describir el Paraíso? La belleza se capta y se comprende “en un solo momento, como cuando Dante describe el Paraíso como una rosa, pero no se arriesga a decir que cosa es de modo preciso, porque fuera de la rosa no hay nada. Fuera de la rosa, queda... ¡la rosa!” Por cierto que el Paraíso no es “ontologicamente” una rosa, pero quizás la perfección de la rosa nos lleve a la perfección del autor de la rosa...
A la verdad por la belleza…
Y así podemos pasar (la poesía nos hace pasar por el camino de la “analogía existencial”) de la belleza de la rosa a la belleza de la perfección... y a una aproximación a la percepción de la perfección misma, por un camino distinto al camino de la demostración: lo hacemos por el camino de la “mostración” de algo muy bello... la rosa. Y es en este sentido que podríamos interpretar la afirmación de Benigni: “lo habíamos creído por siglos, pero no era así. Entonces no es lo verdadero lo que hace lo bello, sino lo bello lo que hace lo verdadero” [6] Después de todo cada ser existente refleja a través de su propio ser imperfecto la perfección de su Creador.
Benigni nos recuerda también lo recomendable del correcto uso del libre arbitrio y la inteligencia: “Los pecadores del canto XXVI son los consejeros fraudulentos, los que no vienen con el rostro descubierto. A los que el Señor ha arrojado al fondo del infierno, como consecuencia de que usan mal el libre arbitrio y la inteligencia, que son los dones más grandes que Dios haya hecho a los hombres”. Desgraciadamente, no disponemos aquí de las fuentes para conocer íntegramente su pensamiento a este respecto.
En su libro, afirma Benigni que "la obra maestra dantesca es uno de los relatos más cristalinos y simples que se han escrito jamás; hay que acercarse a él con la inocencia de un niño, y sólo después esforzarse por entender las alegorías y las metáforas, cuando se hace la segunda lectura, la tercera, la cuarta...".
Benigni, el Dante, Juan Pablo II y Benedicto XVI
Juan Pablo II, que fue actor en su juventud, recibió a Benigni para ver juntos “La vita è bella”, y el relato de la Audiencia papal en el que el autor narra la experiencia, fue transmitido en una entrevista televisiva.
Dirigiéndose en otra oportunidad a los artistas, este mismo Papa también se va a referir “a esa función “activadora”[7] de la belleza” del modo siguiente: “Escribe un conocido poeta polaco, Cyprian Norwid: «La belleza sirve para entusiasmar en el trabajo, el trabajo para resurgir». El tema de la belleza es propio de una reflexión sobre el arte. Ya se ha visto cuando he recordado la mirada complacida de Dios ante la creación. Al notar que lo que había creado era bueno, Dios vio también que era bello. La relación entre bueno y bello suscita sugestivas reflexiones. La belleza es en un cierto sentido la expresión visible del bien, así como el bien es la condición metafísica de la belleza. Lo habían comprendido acertadamente los griegos que, uniendo los dos conceptos, acuñaron una palabra que comprende a ambos: «kalokagathia», es decir «belleza-bondad». A este respecto escribe Platón: «La potencia del Bien se ha refugiado en la naturaleza de lo Bello».” [8]
Toda la impronta del Dante se encuentra asimismo en la primera encíclica de Benedicto XVI, “particularmente en el último canto de Paraíso, el cual finaliza en la Luz interminable que es Dios mismo, la Luz que es al mismo tiempo el Amor que mueve al Sol y a las otras estrellas”.
Cuando anuncia Deus caritas est, Benedicto XVI nos señala “que “el viaje cósmico en que Dante en su Divina Comedia quiere llevar al lector acaba ante la luz perenne que es Dios mismo, ante esa luz que es al mismo tiempo ‘el amor que mueve al sol y a las otras estrellas’”. “El Dios que aparece en el círculo central de luz del que habla Dante tiene un rostro humano y yo agregaría, un corazón humano” explicó el Santo Padre; y continuó que en esa visión, “Dante nos muestra la continuidad entre la fe cristiana en Dios y la búsqueda que lleva a cabo la razón”(…) “La excursión cósmica, en la que Dante en su «Divina Comedia» quiere involucrar al lector termina ante la Luz perenne que es el mismo Dios, ante esa Luz que al mismo tiempo es el amor que «mueve el sol y las estrellas» (Paraíso XXXIII, v. 145). Luz y amor son una sola cosa. Son la potencia primordial creadora que mueve el universo. Si estas palabras del poeta dejan traslucir el pensamiento de Aristóteles, que veía en el «eros» la potencia que mueve el mundo, la mirada de Dante, sin embargo, percibe algo totalmente nuevo e inimaginable para el filósofo griego. La Luz eterna no sólo se presenta con los tres círculos de los que habla con esos densos versos que conocemos: «¡Oh luz eterna que sola en ti existes, sola te entiendes, y por ti entendida y entendiente, te amas y recreas!» (Paraíso, XXXIII, versículos 124-126). En realidad, la percepción de un rostro humano --el rostro de Jesucristo-- que Dante ve en el círculo central de la luz es más conmovedora aún que esta revelación de Dios como círculo trinitario de conocimiento y de amor. Dios, Luz infinita, cuyo misterio inconmensurable había sido intuido por el filósofo griego, este Dios tiene un rostro humano y --podemos añadir-- un corazón humano. En esta visión de Dante se muestra, por una parte, la continuidad entre la fe cristiana en Dios y la búsqueda promovida por la razón y por el mundo de las religiones; al mismo tiempo, sin embargo, en ella se aprecia también la novedad que supera toda búsqueda humana, la novedad que sólo el mismo Dios podía revelarnos: la novedad de un amor que ha llevado a Dios a asumir un rostro humano, es más, a asumir la carne y la sangre, todo el ser humano. El «eros» de Dios no es sólo una fuerza cósmica primordial, es amor que ha creado al hombre y que se inclina ante él, como se inclinó el buen Samaritano ante el hombre herido, víctima de los ladrones, que yacía a la orilla de la carretera que descendía de Jerusalén a Jericó. La palabra «amor» hoy está tan deslucida, tan ajada y es tan abusada, que casi da miedo pronunciarla con los propios labios. Y, sin embargo, es una palabra primordial, expresión de la realidad primordial; no podemos simplemente abandonarla, tenemos que retomarla, purificarla y volverle a dar su esplendor originario para que pueda iluminar nuestra vida y llevarla por la senda recta. Esta conciencia me ha llevado a escoger el amor como tema de mi primera encíclica. Quería tratar de expresar a nuestro tiempo y a nuestra existencia algo de lo que Dante recapituló audazmente en su visión. Habla de su «vista» que «se enriquecía» al mirarla, cambiándole interiormente (Cf. Paraíso, XXXIII, versículos 112-114). Se trata precisamente de esto: de que la fe se convierta en una visión-comprensión que nos transforma. Quería subrayar la centralidad de la fe en Dios, en ese Dios que ha asumido un rostro humano y un corazón humano. La fe no es una teoría que uno puede asumir o arrinconar. Es algo muy concreto: es el criterio que decide nuestro estilo de vida. En una época en la que la hostilidad y la avidez se han convertido en superpotencias, en una época en la que asistimos al abuso de la religión hasta llegar a la apoteosis del odio, la racionalidad neutra por sí sola no es capaz de protegernos. Tenemos necesidad del Dios vivo que nos ha amado hasta la muerte.”[9]
En diciembre de 2006 el Papa dedicó la oración del Angelus a la Virgen Inmaculada, “y para explicar porqué fue elegida como Madre de Cristo citó también un párrafo de la "Divina Comedia". Benedicto XVI afirmó que María fue elegida "por su humildad" y para explicarlo comentó que Dante Alighieri, en el último Canto del Paraíso (de la Divina Comedia), decía: "Virgen Madre, hija de tu Hijo, humilde y alta criatura".”
El camino espiritual de Benigni
En febrero de 2006, Benigni es invitado por Mons. Vincenzo Paglia a la ciudad de Terni para hablar del amor a los jóvenes, los que llenaron un teatro. Allí “definió” a Jesús como «inventor del amor desinteresado» (…) «vosotros me diréis que el amor ya existía. ¡Es verdad! También las ondas de radio y la electricidad existen desde siempre, pero si no había alguien que las descubriera, no lo hubiéramos sabido» (…) «Él ha declarado verdaderamente qué es el amor. Siendo el hombre que no podía pecar -explicó- cargó con los pecados de todos; el hombre que no podía morir murió por amor de todos».
Añadió que «El amor es para los demás, pues nuestra felicidad depende de su felicidad, y esto es lo que nos ha enseñado Jesús». “El director y actor no pudo esconder su humor ni siquiera al hablar de Jesús. «Nosotros hacemos los chistes sobre las suegras. Él enseñó el amor incluso a las suegras», manifestó citando el pasaje del Evangelio de san Marcos en el que Jesús cura a la suegra de Pedro. Y agregó: « ¡Así podía hacerles la comida!». En el evento, Benigni recitó pasajes del Cantar de los Cantares y dirigió su último pensamiento a María, citando unos versos de Dante Alighieri, en los que dice: «Virgen Madre, hija de tu hijo, humilde y alta más que otra criatura, término fijo del consejo eterno».” [10]
El 27 de septiembre de 2006 Clarín publica una entrevista en que Benigni agrega definiciones que nos ayudan a entenderlo un poco más. Se le preguntará al actor: “¿Cuándo hace estas películas, siente que su deber como artista es tratar de que cambie algo en el mundo?” Y este responde: “Sólo Jesucristo puede hacer eso. ¿Quién soy yo para eso? Lo que tenemos que hacer es comportarnos bien y eso significa tratar —y con eso sí podemos cambiar la sociedad— de ser personas amables, simples. Este es el mensaje más elevado. Y enamorados. Un artista como Dante o como Shakespeare acaso no puedan cambiar la sociedad o el mundo, pero muestran la belleza. Y están ahí para consolarnos. Eso es importante. Y los poetas pueden ayudarnos a transformar la rabia o la desesperación en acción.”
En una entrevista publicada por Il Giornale de Milán, Benigni se referirá al impacto que le provoca el Evangelio. “¿Cómo no quedar fascinado por la figura de Jesucristo? Se lee el Evangelio y se pregunta uno ‘¿quién es este?’ Yo lo leo por gusto, leo también otros libros de la Biblia, como el libro de la Sabiduría, pero es con el Evangelio con el que quedo hecho polvo, basta una línea de las parábolas. Tiene una fuerza espectacular, casi te pones de pie en la silla... Tiene dentro una violencia interior que te da alas. Una fuerza que te desbarata toda la vida. Porque te dice que siempre puedes recomenzar otra vez. Te pone en condiciones de que cada uno pueda hacer la revolución de sí mismo. Antes de que llegase Jesucristo, la relación con Dios consistía en el dolor y él ha tomado todo sobre sí. Para mí es desconcertante.” [11] Y añade que “toda nuestra civilización es cristiana sin saberlo”.[12]
Y en 2008 también participó Roberto Benigni con su lectura del drama de Caín y Abel en el maratón bíblico organizado en Roma (lectura ininterrumpida de la Biblia por 1249 personas elegidas sobre 180.000 peticiones recibidas) aceptando la invitación vaticana.
La relación de Benigni con la religión y con la Iglesia cambió mucho los últimos años, y pasó por momentos extremadamente tormentosos, pero esa es otra historia.
Lo que nos interesa destacar aquí, es como se unen los diversos caminos para encontrar el Camino, de la mano de la fe, la razón y la belleza, para todo lo cual Roberto Benigni está realizando un aporte extraordinario, que lleva por todo el mundo. Así, este año ha presentado TuttoDante en Zúrich, Lugano, París, Bruselas, Londres, Baviera, Ginebra, Colonia, Francfort, Atenas, Basilea, San Francisco, New York, Montreal, Boston, Toronto, Quebec, Chicago terminando su gira estos días en Buenos Aires.[13]
[1] Il mio Dante – Roberto Benigni – Giulio Einaudi editori s.p.a. – Torino - 2008
[2]El Catecismo de la Iglesia Católica en su primera parte, la profesión de la fe, primera sección, capítulo primero: el hombre es “capaz” de Dios, figuran las vías de acceso al conocimiento de Dios. Una de ellas es el hombre: “Con su apertura a la verdad y a la belleza, con su sentido del bien moral, con su libertad y la voz de su conciencia, con su aspiración al infinito y a la dicha, el hombre se interroga sobre la existencia de Dios (33)”
[3] Además de los medios espirituales (que pone la Iglesia) a nuestra disposición
[4] Se refiere aquí Benigni a la Florencia de la época del Dante, que irradiaba cultura pero que sobre todo ejercía la caridad con los necesitados en alto grado. "Florencia era la Wall Street del siglo XIII, y el florín era una moneda fortísima" (…) "Pese a su apego al dinero, los florentinos tenían un gran amor por los pobres. No hacían beneficencia, que es una palabra moderna; sino caridad, que es una palabra inventada por Jesucristo". También agregará respecto de la Biblia que “es el único caso en que el autor del libro es también el autor de los lectores”
[5] En otra oportunidad afirmará “que el mundo se divide en dos: los cínicos y los que dicen que el mundo es terrible porque los hombres no ven su belleza. Estos últimos son los grandes pensadores.”
[6] Blaise Pascal nos mostrará también otro camino del conocimiento de la verdad al decirnos que "conocemos la verdad no solo por la razón, sino por el corazón"
[7] En el sentido de hacer pasar algo de la potencia al acto
[8] Carta a los artistas del 4 de abril de 1999
[9] Zenit 23-01-2006 - http://www.zenit.org/article-18053?l=spanish
[10] http://www.churchforum.org/benigni-jovenes-amor.htm
[11] http://www.laiglesiaenlaprensa.com/2008/02/benigni-y-el-ev.html
[12] http://moralyluces.wordpress.com/2008/02/22/benigni-y-el-evangelio/
[13] http://www.tuttodante.it/