No los une el amor ni los unirá el espanto.
Desde mucho tiempo atrás hay quienes repiten en nuestro país que lo mejor es enemigo de lo bueno, y que la política es el arte de lo posible. Esas meras y repetidas auto justificaciones de opciones por males menores, alimentadas muchas veces por un pragmatismo barato, van transformando de a poco a esos males menores en un gran mal mayor.
Los resultados de la utilización de esos criterios saltan a la vista día tras día y hora tras hora, mientras nos deslizamos por la pendiente que nos lleva a un nuevo abismo que nos empeñamos en disimular o negar.
Repitiendo hasta el hartazgo frases tipo “la Argentina siempre fue así” o “los países no se suicidan” o “cada x años acá hay una crisis y hay que actuar teniendo en cuenta ese destino ineluctable”, seguimos viviendo nuestras vidas esquivando la responsabilidad de hacer algo mejor que lo que está a la vista. Por sus obras los conoceréis ... y nos conocerán.
Mientras tanto, la idea de la búsqueda de la verdad, del conocimiento y del bien común como guías del pensamiento y de la acción política parecen ir quedado en el olvido.
La sociedad humana se desliza siempre por un eje que tiene dos extremos: en uno esta la organización y el orden y en el otro la anarquía y el caos. La cohesión de los grupos hacia uno u otro extremo se realiza a partir de los criterios de conducta individual y social que adapten los dirigentes político-sociales.
En una sociedad totalitaria, la cohesión está dada por la fuerza bruta. En una sociedad de hombres libres y civilizados, la cohesión la da recta razón, la virtud y la fuerza de la ley y de las instituciones. En una sociedad de cobardes, la cohesión la da el temor y el pragmatismo. Pero es esta última una cohesión débil, sin dirección precisa y egoísta. “¡No tengáis miedo!” (suenan todavía para nosotros las palabras de Juan Pablo II) ...
Quién conozca aún someramente la historia argentina, o simplemente haya vivido lo suficiente y contemplado la realidad sin anteojeras, coincidirá en que la coherencia social hace mucho que no está guiada por la recta razón. Ni siquiera quienes están del mismo bando se animan a plantear rectamente entre sí los criterios básicos de una asociación política.
Menos aún está guiada la coherencia social por la virtud, palabra que carece de significado para la mayoría de la dirigencia, tanto en el orden político como probablemente también para muchos en el orden personal. Si fuéramos de otra forma, otra sería la realidad. Y de lo que se trata es de ser, no de parecer.
Sea que cada uno de nosotros, como persona, empresa o sector de la actividad humana dependamos del estado o de nuestro propio accionar privado, todos tememos perder nuestros logros, nuestro patrimonio, nuestros privilegios o nuestra ubicación social, haya sido éstos logrados a costa de un trabajo honesto o deshonesto.
¿Y qué puede salir de éstas, nuestras filas, de una derecha que ni se anima ni a pensarse y mucho menos a definirse a definirse como tal, cada vez mas mezcla de Museta y de Mimí?. Solo se ven pensamientos de arrabal y mezquinas luchas por posicionamientos atrás de ideas que en muchos casos se saben incompatibles desde el vamos por personajes de conductas personales muy diferentes, No nos une el amor ni nos unirá el espanto. Y “al arrullo funeral de un bandoneón” nos estamos muriendo ... ¡Ay Argentina, como dueles! ...
La dirigencia real, que no sale en los diarios todos los días, está cohesionada meramente por el prudente temor a la ingobernabilidad. Y aunque no lo digamos, todos estamos esperando el próximo tsunami, preparándonos individualmente para estar lo mas lejos posible de la onda de choque o para que esta nos provoque el menor daño posible.
Nos debatimos entre una mediocridad asfixiante y una telaraña totalitaria que nos asfixia de a poco. Y “mientras nos matamos difiriendo la vida para otro momento, el verdadero deber, en las sombras, espera a la voluntad” (**).
(*) Miembro del Consejo Consultivo de Atlas 1853 - plopezherrera@gmail.com
(**) Sully Prudhomme (1839-1907)
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