“Las cosas van mal, y a no ser que nos esforcemos
por mejorarlas, todo irá peor aún” Víctor Frankl
Unas elecciones a presidente en las que pueden participar los ciudadanos libremente, deben ser un motivo de sano acercamiento a la política para tomar parte lo mas activa posible en la salvaguarda y el mantenimiento de un sistema que -aunque sumamente frágil y enfermo- es mejor aún que el derrumbe total de las instituciones, antesala de caos y anarquías que nos han sido familiares muchas veces.
Sin oferta y demanda no hay mercado. La libertad para existir debe poder ser ejercitada por muchos. En el mercado político, muchos lo olvidamos, es tan importante lo que se ofrece como lo que se demanda. Y la demanda de libertad se muestra, entre otras formas, participando en los procesos eleccionarios. Las elecciones son uno de esos pocos medios que tenemos los ciudadanos para participar en el poder, o para limárselo a quien aspire a ejercerlo de un modo cada vez mas absoluto. Lo importante es -por lo menos- mostrar que hay un número importante de argentinos con la voluntad firme de ser libres.
Si dejamos nuestro espacio vacío, ayudamos a que la sociedad de un paso adicional hacia la servidumbre. En Venezuela ya pasó. No tenemos que hacer lo mismo. No cedamos ceder al pesimismo paralizante. No nos encerremos en nosotros mismos. Sin nuestra participación, y nuestro trabajo, estamos cerrando las puertas a un futuro mejor, y abriéndolas al abismo y a la hecatombe.
El problema a superar esta en el interior de cada uno. Siguiendo los razonamientos de Víctor Frankl, parecería que nuestra sociedad, al carecer de un sentido por el cual vivir, está cada vez más propensa a las neurosis. Si aplicáramos este razonamiento en términos políticos, cuando la neurosis es masiva podría decirse que se transforma en una neurosis de masas; es decir, de un conjunto de seres humanos carentes de un “sentido social vital social”. Esto ocurre no solo en las sociedades de bienestar, sino en las menos desarrolladas. Y la neurosis individual y colectiva tienen las mismas características: depresión, encierro del hombre en si mismo y en sus pequeñas metas, violencia familiar y social, y adicciones de todo tipo según el lugar que se ocupe en la escala social y los medios de que se disponga.
Los argentinos tenemos que encontrar esa “voluntad de sentido” y poner los medios para que los resultados se produzcan en la dirección correcta. De otro modo, como mínimo, seguiremos igual... Los esfuerzos deben ser realizados por personas concretas. Como bien afirma Bastiat: “la acción fluye de la individualidad, mientras que las consecuencias se superponen en las comunidades”. Podría decirse que también la inacción individual produce inversamente falta de consecuencias deseables en la comunidad. Si queremos que las cosas cambien, es necesario involucrarse. Los espectadores son espectadores, y los jugadores descienden al campo de juego. Y si todos queremos ser espectadores, no hay juego... o mas bien, el juego lo juegan otros, y lo ganan ... Así como la creación de riqueza exige esfuerzos y trabajo, las mismas exigencias deben ponerse en juego si queremos una sociedad libre.
Quienes no piensan como nosotros, lo saben y lo practican hace mucho tiempo. Decía Lenin que “ninguna clase llegó mal poder sin haber producido líderes políticos ... capaces de organizar y conducir un movimiento ... es necesario preparar hombres dedicados ... no solo en sus tardes libres, sino en sus vidas enteras”.
Como mínimo mostremos con el voto que un número suficiente de argentinos queremos otra cosa. Es fácil encontrar los numerosos defectos personales y debilidades de todos los candidatos posibles, que no son perfectos. Pero ¿son menos perfectos que el resto de las personas con que convivimos trabajamos y nos cruzamos a diario en nuestras vidas? ¿son menos perfectos que nosotros? Y tan importantes como las preguntas anteriores, ¿da lo mismo que gane cualquiera de ellos? ¿podemos hacer algo al respecto?
El gran cambio exigirá un gran esfuerzo. Tratemos de recuperar el tiempo perdido, o por lo menos caer luchando una batalla que merezca la pena ser luchada. Abstenerse es elegir de antemano la derrota. Y dudo que aún el más escéptico de los lectores de estas líneas, no quiera vivir en una sociedad mejor.