sábado, septiembre 01, 2007

Elecciones en Pompeya


El pequeño mundo de nuestra política que precede las próximas elecciones nos hace pensar en el mundillo que hubiéramos podido imaginar en Pompeya décadas, meses, o días antes de la famosa erupción, de haber conocido aquella un régimen eleccionario. Seguro hubiera tenido esa elección en vilo a la sociedad pompeyana, inconscientes del futuro que les esperaba, ajeno por completo al acto electoral.

Los acontecimientos políticos significativos obedecen a causas distintas, originadas en épocas diferentes; y resulta difícil atribuirlos a una sola de ellas.

El gran historiador del comunismo Richard Pipes, sugiere la figura de un manzano cuando se pregunta las razones por las que cayó el Zar: "Las causas a las que se refiere el "porqué" son el aspecto mas difícil para el historiador, porque funcionan en muchos niveles diferentes. ... Cuando se sacude al árbol, ¿que es lo que hace caer a las manzanas? ¿el estado de madurez del fruto, que hubiera producido la caída antes o después? ¿el efecto de quien sacude al árbol? ¿o la simple ley de gravedad que hace que los objetos caigan a tierra?." (2)

Las elecciones como parte del proceso político

Lo que resulte de las próximas elecciones no será solamente el fruto de ellas mismas, sino el resultado de múltiples razones y actores. Respecto de la caída del zarismo y del propio comunismo, destaca Pipes que todas las instituciones dependían del poder central, y cuando este cayó por tierra, se derrumbó todo. Las instituciones quedaron vacías. Pero a pesar de todo, y contrariamente a lo que se supone, la caída del zarismo no fue un hecho determinado e ineludible de antemano, de modo que solo había que esperar que suceda.

Sin embargo, los hechos responden a causas precisas y definibles. Marco Aurelio afirma en sus "Meditaciones" que "los sucesos posteriores tienen siempre con los precedentes un lazo de coherencia. No son como una serie de enumeraciones aisladas que solo concurren por necesidad; antes bien, es una concatenación lógica. Y así como los seres están ordenados con la debida armonía, del mismo modo los acontecimientos manifiestan, no una mera sucesión, sino una trabazón de unos con otros." (3)

Volviendo a la imagen de Pompeya, no hubieran sido las elecciones las que hubieran salvado a la ciudad de su principal amenaza, sino simplemente su construcción en un lugar más seguro. La acción política se trata de eso: de construir el lugar más favorable, mas seguro, para que el hombre pueda perseguir "la felicidad". Es un trabajo que va mucho más allá de la participación en el acto eleccionario. Las elecciones, son una parte, un momento de ese proceso largo y complejo, como lo es la cosecha en el del cultivo de las manzanas. Para que una cosecha constituya un motivo de esperanza y no de temores, es necesario haber plantado y cuidado el árbol, haber distribuido los equipos de laboreo, y disponer al final de un buen equipo de obreros, que se concentren en orden y pongan todo el esfuerzo en el trabajo en lugar de pelearse por los mejores lugares.

Más allá de las elecciones, ¿cuál es la naturaleza del enorme problema que enfrenta nuestra sociedad? Sin la pretensión de ser mis opiniones ni exclusivas ni excluyentes de otras, creo que hay tres serias omisiones personales por las que a quienes estamos interesados en el pensamiento y en la acción política nos cuesta conformar un movimiento o una fuerza en condiciones de plantear con perspectivas de éxito un desafío atrayente a la sociedad, y de llevarlo adelante.

La importancia de las virtudes

En primer lugar estimo que no prestamos atención suficiente a la importancia de la práctica de las virtudes. Creo que a esa razón apunta el rabino Bergman al dedicarse a predicar con sano y fervoroso espíritu mosaico, las que llama en un reciente libro "virtudes cívicas", que son -aclarado este punto por el mismo- las clásicas virtudes morales. Santo Tomás designaba a los mandamientos como praecepta iustitiae (2-2, 122, 1). Al tenerlas como pertenecientes a la esfera íntima y privada, de ordinario no tomamos en cuenta que las virtudes no solo no restringen sino que potencian todas las capacidades del hombre. Como bien explica Jean Guitton, "hoy la palabra "moral" adquiere una consonancia negativa porque implica una limitación que parece ir en contra del sueño de la libertad. Así, es mejor recibida una novela como regalo que un libro edificante, y una invitación al cine que a una reunión política. De hecho, prácticamente todas las reuniones políticas se convocan en horarios que no interrumpen las actividades de esparcimiento.

Deberíamos pensar que "la moral, las reglas, la virtud, son las condiciones para acceder a la verdadera libertad, y finalmente a la felicidad durable". Nuestra inseguridad se debe en parte a que al estar hoy todo puesto en duda, reemplazamos las certezas que estuvieron vigentes durante muchos siglos, con las incertidumbres planteadas con mucha fuerza en los últimos trescientos años. Más aún, pensando que se debe al "respeto a la persona humana, al liberalismo y a la libertad, llegamos a alabar lo que ayer despreciábamos en nuestros adversarios". Y sin embargo, de lo que se trata, afirma Guitton, lejos de buscar preservar las "partes agusanadas" que no sirven más, es de renovar "la tradición de la razón, con el legado de la moral natural; toda esa fidelidad a la tradición greco romana y judeo cristiana que ha dado a esta civilización occidental una parte de bienes que es necesario preservar: libertad, generosidad, derechos del hombre, fraternidad, sinceridad, honor, las raíces del respeto por si mismo y de la amistad por los demás". (4)

La amistad política es una necesidad

En segundo lugar, creo que no consideramos a la actividad política precisamente como lo que creo que es, a saber, una de las mas elevadas formas de la amistad, en el sentido de las cuatro formas de amor, con el afecto, el eros y la caridad que bien describe CS Lewis (5). En efecto, nos juntamos porque "juntos somos más", porque las encuestas nos dicen que solos no podemos; y no porque tengamos un sano y profundo espíritu asociativo. Así, la fragilidad de esas asociaciones es rápidamente puesta a prueba por la cizaña de los "enemigos en las sombras" que crecen junto al trigo y lo ahogan. Está bien que para el cielo haya que esperar la cosecha eterna... pero aquí en la tierra, un buen agricultor es el que ama lo que hace, la gente con la que lo hace, y mantiene su campo limpio de malezas.

La amistad política es una condición necesaria para conformar algún tipo de asociación que permita perseguir un poder sin agotarse en la misma búsqueda, sin tener como marco de referencia fundamental las elecciones, y consiste en un "mirar juntos hacia adelante" para luchar por el bien común y entregando cada uno algo de si mismo para el bien de los demás. Así, la amistad para Lewis: "surge del mismo compañerismo cuando dos o mas de los compañeros descubren que tienen en común, un cierto interés o incluso una afición que los demás no comparten y que, hasta ese momento, cada uno creía ser su tesoro (o carga) único y personal". "En un círculo de verdaderos amigos, cada hombre es simplemente lo que es: se sostiene por si mismo. A nadie le importa un céntimo sobre la familia, profesión, clase, ingreso, raza, o historia previa del otro". No importa al pensador inglés que los amigos estén siempre de acuerdo en las respuestas, sino que les importen las mismas verdades, como decía Emerson. En ese mirar con otros hacia el mismo porvenir en el que se procura la justicia, cada uno va con sus imperfecciones. Aquí lo importante es que los defectos y las debilidades no constituyan las banderas de la asociación. Lo que da sentido y potencia a la amistad política, alimentada por la virtud es la convicción de que es necesario y posible luchar por el bien común, y que es precisamente esa lucha por el bien común posible y realizable, aquella verdad que señala Emerson como necesaria para constituir la amistad.

La prudencia y la justicia


En tercer lugar, me parece que muchas veces olvidamos particularmente de la prudencia y de la justicia. "El bien común necesita de la bondad de todos los individuos", afirma Pieper (6). Para el que gobierna y para el que pretenda llegar a hacerlo sanamente, las dos virtudes específicas son la prudencia y la justicia. El sentido de estos conceptos es enunciado por Pieper: "... la imagen del prudente que propone la ética occidental, no es ni mucho menos la del simple "táctico", que sabe obtener con éxito lo que se propone. Por prudencia se entiende la objetividad que se deja determinar por la realidad, por la visión de lo que existe; prudente es el que sabe escuchar en silencio, el que es capaz de dejar que se le diga algo, con tal de alcanzar un conocimiento más exacto, más claro y más rico de lo real. Si esta medida tuviera efectiva vigencia, ello vendría a significar que sin necesidad de proceder a una repulsa formal y ya antes de entrar en discusión, quedaría eo ipso descartado de toda elección el hombre irreflexivo, parcial, que se deja llevar ante todo por el afecto o por la voluntad de poder, pues de antemano se le daría por inepto para dar cumplimiento a la justicia del gobernante, que es la iustitia distributiva y cuya función consiste en lo siguiente: procurar de un lado el bien común al mismo tiempo que se respeta la dignidad de individuo y se da a este lo que es suyo". Y aclaro que "lo que es suyo" seguramente es mucho más de lo que piensa el que tiene verdadera necesidad del otro, y mucho menos de lo que recibe tanto parásito que como garrapata succiona la sangre de la sociedad y genera el famoso déficit fiscal (municipal, provincial y nacional).

Para cazar, es necesario salir de la cueva

Los buenos no están solos en la sociedad. Pero no deben encerrarse en vidas temerosas o mezquinas. Construir exige muchos más sacrificios que destruir, trabajar más que vagar, generar riqueza más que exigir el pago de impuestos o quedarse con "retenciones" (eufemismo que equivale a apropiarse de la riqueza ajena), construir una fábrica reclama del hombre mucho más que demolerla u ocuparla, y triunfar en una guerra -como lo apreciamos a diario- mucho más que poner bombas o realizar atentados... son trabajos que no terminan nunca. Es más fácil ser bestia que hombre. Y el siglo XX lo ha demostrado. Sin embargo es posible. Hace aproximadamente 50 años, el presidente de General Motors cifraba el éxito de su empresa de hombres comunes, en el hecho que eran "hombres acostumbrados a trabajar juntos con alta eficacia". De eso se trata.

La paradoja de la modernidad

Si me dicen que un político debe estar convencido de lo que intenta lograr para su país, que debe esperar poder hacerlo entregarse el mismo a la acción; y que debe ser realista, justo, dispuesto al sacrificio, y no dejar que lo venzan ni la ambición malsana ni la vida desordenada, estas simples ideas, así afirmadas, parecen atractivas. Si me dicen que en esos mismos conceptos están encerradas las virtudes de la fe, la esperanza, la caridad, la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza, me cuesta más. Quizás porque se trata de que las virtudes que como señala Guitton, parecen limitativas siendo todo lo contrario. Las grandes ideas, decía Tolstoi, son siempre simples; quizás porque deben estar tanto al alcance del paisano que gana cien o doscientos dólares, o mucho menos, como del ejecutivo o empresario que gana diez mil, veinte mil, o mucho mas.

Muchas ideas, y poco tiempo. Prefiero volver a Pompeya, a la que seguramente sus habitantes consideraban también moderna. Con agua caliente, baños, templos, coliseo, shopping y burdel. Me imagino al intendente de entonces. Imagino que Nestorio sería su nombre, y me lo imagino también intentando dejar su puesto a la "muñeca brava" de su mujer. Y me imagino que sus competidores pelearían las listas y el pueblo se prepararía a votar, todos ignorantes de su propio destino, mientras el volcán, realista, se preparaba para convertir en una gigantesca momia a la ciudad.


(1) Miembro del Comité Consultivo de Atlas 1853 –
pablolopezherrera@yahoo.com.ar
(2) Richard Pipes, en "Los tres "porqué" de la Revolución rusa", Vintage - Random House 1997. (Sus obras "La revolución rusa" y "Rusia bajo el régimen bolchevique" se consideran entre las más "definitivas" al respecto)
(3) "Marco Aurelio, Meditaciones", Editorial Debate, 2000
(4) Jean Guitton y Jean-Jacques Antier, "El libro de la sabiduría y de las virtudes reencontradas", Perrin, 1998
(5) C S Lewis, "Los cuatro amores", Editorial Andrés Bello, 2001. A este detenimiento, análisis y desarrollo de las formas de amor y su importancia en la vida social y espiritual, lo veo destacado en Sholz (1929), Nygren (1930, 1937), Brunner (1937); citados por Pieper que también trata el tema en profundidad (1950 en adelante), y finalmente en Juan Pablo II (Amor y matrimonio) y Benedicto XVI en su encíclica Eros y Ágape.
(6) Joseph Pieper, "Las virtudes fundamentales", RIALP, 1998

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