''La futura democracia rusa no debe ser un calco de Occidente''
por Daniel Kehlmann - Le Figaro, 1 de diciembre de 2006
Le Figaro publica una conversación –editada anteriormente en la revista literaria alemana Cicero - entre el gran pensador ruso, que celebrará sus 88 años el 11 de diciembre, y el escritor alemán Daniel Kehlmann.
Este joven autor vienés, de 31 años, es autor de siete libros y laureado con una decena de premios. Su última novela, Los Agrimensores del mundo, consagrado como el éxito literario alemán más grande desde los años 1970, estará disponible en Francia en enero de 2007 en ediciones Actas Sud.
Desde sus primeras obras, usted expresa cierto alivio en cuanto a su destino: por haber sido enviado al Gulag, de un cierto modo, la grandeza le cayó encima, sin quererlo o no. Escribió que era terrible imaginar que escritor hubiera sido si no hubiera pasado por la experiencia del Gulag. Pero la pregunta se sigue planteando: ¿qué género de escritor hubiera sido usted?
Yo quisiera aclarar lo que se ha dicho sobre el papel decisivo del Gulag en mi vida de escritor. En realidad, desde los dieciocho años, en 1936, realicé el proyecto de describir y de explicar en todas sus dimensiones la historia de la revolución rusa de 1917. Aunque fuera sólo por esta razón fundamental, no hubiera podido mostrarme como un escritor leal al sistema soviético.
Pero el hecho que de haber sido yo mismo en 1945 víctima del Gulag pesó profundamente en el curso de los años en mis opiniones y mis convicciones, y me abrió un campo de visión lo más claro y amplio posible sobre todo lo que se llamaba el bolchevismo, el comunismo soviético. Más profundamente, me sumergió en los fundamentos de nuestra existencia.
Sus obras se sitúan claramente en la gran tradición del realismo, en las tradiciones de Tolstoï y de Zola. Tolstoï en persona hace una aparición breve en el primer capítulo de agosto de 14. Para mí personalmente, fue un descubrimiento ver que todavía se puede escribir así, que la tradición realista no está absolutamente muerta. ¿Estuvo, en un momento o en otro, perturbado (literariamente hablando) por las diversas teorías que predican que no hay que continuar más escribiendo así? ¿Estas teorías no significaron nada para usted?
La tradición realista me es innata, no fue escogida por mí. Los debates agitados que se efectuaron en el siglo XX sobre el hecho de saber si esta tradición había muerto o si el género de la novela había "muerto ", suscitaron en mí sólo una sonrisa perpleja.
Sin embargo, la tradición realista no consiste solamente en una manera realista de componer la narración, implica también otros medios y otras formas, en la medida en que éstos le permiten al lector percibir la realidad tal como ella
existe.
Es por eso que, por ejemplo en La Rueda roja, empleé, en ciertos episodios y a ciertos momentos, una exposición de la acción al modo cinematográfico: citaciones de documentos históricos, extractos de periódicos de la época, e inclusive una percepción de los acontecimientos de un modo folklórico: interpretación popular, proverbios.
Usted expresó a menudo la opinión que Rusia estuvo destinada a atravesar la sombría prueba del siglo XX en lugar del resto del mundo, a seguir este camino para la humanidad entera. Por otro lado, sus cuentos en La Rueda roja giran alrededor de la idea que la catástrofe de octubre de 1917 habría podido ser evitada. Si se va al fondo de las cosas, ¿eran realmente indispensables todos estos sufrimientos excesivos?¿no podíamos evitar todo esto? ¿no fue absurdo e inútil todo esto? Es decir: ¿Dios quiso que todo esto suceda?
Los diez tomos de La Rueda roja engloban sólo la revolución de febrero de 1917, con los acontecimientos de 1905, y los de finales del siglo XIX que le abrieron el camino. Me esforcé en seguir toda la preparación social que, llevó a esta revolución en Rusia, y la gran cantidad de acontecimientos de febrero de 1917 sin los cuales la revolución no habría estallado.
En cuanto a la revolución bolchevique de octubre de 1917, ella fue una consecuencia directa y absolutamente inevitable de la revolución de febrero. ¿Dios quiso que las cosas pasaran así? Dios nunca nos quitó la libertad de elección que nos fue dada desde antaño.
Nosotros mismos creamos nuestra propia historia, nosotros mismos nos empujamos hacia el hoyo. Y lo necesario o absurdo de los sufrimientos depende de la capacidad de la gente y de los pueblos que sacan de ese hecho las lecciones que surgen.
Para hablar de la historia del mundo en general, considero que, si la revolución rusa no se hubiera producido, otra revolución semejante habría estremecido inevitablemente el mundo, como prolongamiento de la Revolución Francesa del siglo XVIII.
Porque los hombres no pueden evitar pagar por la pérdida del sentimiento de auto restricción, del dominio de los propios deseos y exigencias; por la codicia sin mengua de los poderosos y de los ricos (no solamente la de los hombres sino también la de los estados); por el agotamiento de los sentimientos de bondad humana.
Parece que la imagen de la gente simple, lúcida y proba, enfrentando solos el caos (como Vorotyntsev o Matriona) es uno de los temas centrales de sus obras. Cuando se levanta el mal absoluto delante de nosotros, ¿la probidad de la gente simple puede ser una respuesta? ¿qué es el mal? ¿es la locura y la tontería solamente (como piensa san Agustín), o es una fuerza poderosa e imperativa?
Sí, la gente simple y sin defensa, como Matriona o Ivan Denissovitch, me inspiran mucha compasión. Pero siento una compasión más grande todavía para los que son combatientes por la justicia (así es como nombré y describí a muchos de ellos en El Archipiélago del Gulag, y también puse el acento sobre ellos en La Rueda Roja).
No, la simple probidad no es una respuesta suficiente al mal universal. El mal universal, no es solamente la locura o la tontería. Es un núcleo compacto, con una acción que tiene un sentido y una intensidad vectorial. Para combatirlo, hace falta una lucha activa. Y el mal es tanto más fuerte que un gran número de corazones humanos ha sido tocado o contaminado por él.
En El Primer Círculo, hay una discusión larga entre el monje Sologdine y el ateo Lev Roubine, y en medio se encuentra Gleb Nerjine, con opiniones menos claramente definidas. Cuando se ve su propia evolución como escritor y pensador, tenemos la impresión que usted ha pasado de esta posición mediana a la de Sologdine. ¿Es así? ¿Piensa que hoy está más próximo a Sologdine que cuando escribió El Primer Círculo?
En El Primer Círculo, además de consideraciones sobre las reglas de la dialéctica, la discusión entre Sologdine y Roubine es muy politizada. Nerjine, encontrándose en la posición del escéptico prudente, no debía intervenir. A todas luces, él intenta discernir un problema más general, esencial y extenso que el mero problema del comunismo.
En esa época, como Nerjine, yo no había percibido todavía la naturaleza de este problema, que se manifestó como uno de los fenómenos intelectuales mundiales más importantes.
Después, con los años, llegué más de una vez a declarar al respecto que el problema, es el del hundimiento en el siglo XX de los fundamentos de la filosofía de las Luces y el del antropocentrismo secular. Todavía no se han manifestado totalmente en la actualidad las consecuencias mundiales de este hundimiento.
Una de las evoluciones más tristes del siglo pasado fue, sin duda, el sostén muy amplio aportado a la dictadura soviética por parte de los pensadores y escritores occidentales. Las cosas cambiaron sólo cuando usted apareció y aportó su testimonio. Es por esa razón que usted se negó a encontrar a Sartre en su visita a Unión soviética. ¿Considera que haya existido una « traición de los pasantes » (el término es de Julián Benda), es decir una traición de los intelectuales? ¿Cómo podemos explicar tal fenómeno?
El sostén muy amplio del que gozó la dictadura comunista desde los años 1930 por parte de los pensadores occidentales es precisamente el signo y la consecuencia de este hundimiento que sentimos hoy y continuaremos sintiendo en el futuro.
Su influencia sobre la esfera política y social fue la más grande que la de cualquier escritor desde Voltaire. Usted ayudó a voltear a la dictadura y fue (hace referencia al título de su autobiografía) el ternero que volcó el roble. Usted es la prueba viviente que un hombre solo puede influir sobre el destino y que la literatura también puede tener una influencia. Tiene todas las razones de estar satisfecho de lo que realizó. ¿Está satisfecho? ¿O todavía hay algo que desearía hacer para la literatura mundial y para Rusia?
La dictadura comunista llama una lucha absoluta contra ella. Sin embargo, pedí en repetidas ocasiones a las potencias occidentales que no identificaran al comunismo soviético con Rusia y con la historia rusa. ¡Por desgracia! Muchas potencias occidentales no marcaron esta diferencia, y la política de los dirigentes occidentales, hasta después de la caída de la dictadura soviética, no se mostró menos dura con respecto a Rusia. Lo que es una inmensa decepción.
Pero en el curso de los años 1990 sobrevinieron acontecimientos todavía más graves. Al mismo tiempo que se producía el saneamiento del país en todas sus formas, incluidas las morales y económicas, rápidamente triunfaron las fuerzas oscuras: bandoleros sin fe ni ley se enriquecían mediante el pillaje de los bienes nacionales contra el que nunca se luchó, y se implantaba en la sociedad el cinismo y la corrupción moral. Esto fue una catástrofe para toda Rusia.
Sufrí mucho estos cambios. ¿Cómo hablar de "satisfacción"? Pero, con mis ochenta y siete años y mi salud endeble no tengo más las fuerzas necesarias para influir en el curso de los acontecimientos.
Finalmente, me parece indispensable la pregunta siguiente: ¿cuál es el futuro de Rusia? ¿la democracia o un Estado autoritario construido sobre el modelo chino? ¿Rusia tiene algo que enseñar a otros países? ¿Y a la inversa, hay algo para enseñar a Rusia? ¿Rusia debe acercarse a Occidente, o bien encontrar su propio camino, su propio modelo político?
El futuro de Rusia me inquieta mucho. No me propondré pronosticarlo. Sus preguntas se remiten principalmente a la estructura social. Y aunque este aspecto sea muy importante, la estructura moral es más importante que todo.
En cuanto a la democracia que deseo para Rusia, propuse un modelo en 1990 en “Cómo reordenar nuestra Rusia”. La edificación de una estructura democrática que arranque desde las administraciones locales autónomas hasta las medidas que se tomen en el nivel nacional. La excelente organización y la actividad de la administración local en numerosos países occidentales son un ejemplo, que llamo siempre a seguir a mis compatriotas.
Mi modelo se distingue del parlamentarismo de los partidos que predomina en Occidente. Considero la existencia de partidos políticos, únicamente ocupados en obtener el poder, no como uno beneficio sino como una calamidad. Por el momento, el plan que propuse fue letra muerta. Pero me gustaría ver la futura democracia rusa precisamente de este modo y no como un calco de Occidente.
¿Hay algo que distinga la literatura rusa de las literaturas del resto del mundo?
No veo ruptura de principio entre la literatura rusa y otras literaturas del mundo.
- Traducción al español: Pablo López Herrera
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