28 marzo 2008
Por Pablo López Herrera (1)
"Podemos observar en la república de los perros que todo el Estado disfruta de la paz más absoluta después de una comida abundante, y que surgen entre ellos contiendas civiles tan pronto como un hueso grande viene a caer en poder de algún perro principal, el cual lo reparte con unos pocos, estableciendo una oligarquía, o lo conserva para sí, estableciendo una tiranía." Jonathan Swift
Lo que está sucediendo en estos días en la Argentina, marca un punto de inflexión en el poder del matrimonio reinante, sea cual fuere el resultado del movimiento que esta llevando al cabo el campo, apoyado por vastas capas de la población de las ciudades. Aunque no puede decirse cual va a ser el resultado final del movimiento del agro, ya nada será como hasta aquí. De ahora en mas, lo que les queda a los Kirchner por delante es el desgaste, y la pérdida de autoridad y de respeto a que los llevaron una mezcla de complejo de persecución que los hace ver un enemigo en todo aquel que no sea un genuflexo, con el agregado de una megalomanía enfermiza que les confiere una temeraria seguridad en si mismos.
Debe recordarse que los análisis realizados ya a fines del año pasado por los economistas mostraban que el superávit fiscal proyectado para este año no alcanzaba para "cerrar" el 2008 holgadamente, ni mucho menos, por lo que ya podía preverse que el matrimonio real, celoso antes que nada de la caja, iba a apuntar más a aumentar la recaudación que a disminuir el gasto.
Llevados Néstor y Cristina por un enfoque simplista y perezoso, y por ese espíritu de ave de rapiña del que hicieron uso y abuso y que hasta ahora les dio resultados satisfactorios en su trepada a la montaña del poder, no dudaron en llevar las retenciones al agro a un nivel expropiatorio que puso a los pequeños y medianos productores con sus cuentas en rojo. Lo hicieron además con los campos sembrados y las decisiones de inversión tomadas, de modo que el costo de no cosechar normalmente será lo suficientemente alto como para que quién haya sembrado estará obligado a cosechar y vender, por lo menos para intentar cubrir sus costos.
La noble ira del campo se origina entonces en el manifiesto abuso de poder, y en la forma taimada y artera de lanzar las nuevas medidas, sin dialogo previo y sin consulta con los sectores interesados. Y como la cereza del postre, el meditado discurso-reto-desafío de Cristina, seguramente rumiado en el círculo áulico "Calafateño" durante la Semana Santa, llamada "fin de semana largo" por una Presidente súbitamente atacada de laicismo militante.
Agregando el insulto a la injuria, la primera dama compara demagógica y despectivamente los piquetes del campo, que llama de la abundancia, con los de los desposeídos del principio de la década.
En un discurso de elegido tono mesurado pero de neto contenido setentista y de violencia insinuada, acusa implícitamente a todos los agricultores de querer socializar las pérdidas y capitalizar las ganancias, lo que siempre fue mas propio de los grandes empresarios socios del poder, que fueron quienes presionaron por la devaluación y obtuvieron la pesificación asimétrica que -justo es decirlo- fue obra de Duhalde y no de Kircher.
Luego se refiere con presumible mala fe al "tipo de cambio competitivo" como si hubiera sido una dádiva o un regalo, cuando la razón de mantener alto el valor del dólar estuvo basada simplemente en el objetivo del gobierno de disponer de una caja en dólares como margen de maniobra, contra un presupuesto de gastos mayoritariamente compuesto de sueldos en pesos.
Pasa enseguida a enrostrar al agro los subsidios al gasoil, que fueron más el fruto de una disparatada política energética que castiga a la producción local con precios fuera de toda lógica de mercado, mientras paga generosamente el combustible importado.
Empuja a los argentinos al resentimiento al mencionar los bajos sueldos del campo y al sugerir que si no fuera por las retenciones, los argentinos no podrían comer ni pollo, ni carne ni leche, afirmando que con el paro "los ruralistas no amenazan al gobierno sino a la sociedad toda con el desabastecimiento".
Para terminar, la amenaza velada. A mi deber, "lo pienso ejercer con todos los instrumentos que la ley, la Constitución y el voto popular me han conferido". ¿Imaginará que todos los instrumentos que utiliza son los que le permite la ley, la Constitución y el voto popular? ¿Habrá tenido en mente los "aprietes" de "Lassie" al referirse a los instrumentos del poder, o los de las "organizaciones sociales" amigas?
Por desgracia, y quizás confiada en esa memoria de alumna aplicada de la que hace gala al hablar en público, se olvidó de hablar la Presidente de lo difícil que es llevar adelante una actividad económica en el medio de una permanente imprevisibilidad y de una precariedad de las reglas del juego a la que son sometidas las empresas en general, y el campo en particular.
En el caso del campo, esos manejos incluyeron desde la quita de los reintegros, la implantación y aumento de retenciones, la limitación o prohibición de exportaciones como medio para incentivar las ventas internas, el cierre arbitrario de registros de exportación, los cupos administrados, las a veces sospechadas cuotas, los "acuerdos" de precios, las limitaciones al peso de faena, y un esquema retorcido de subsidios y compensaciones, todo en lugar de la simple libertad de comercio.
Si se le agrega a lo enunciado el efecto cruzado de una presión impositiva general complicada y asfixiante para quién intente ser un aplicado cumplidor de sus obligaciones, se tendrá en cuenta el ánimo con el que luego del anuncio de las retenciones, recibió el agro el reto de la señora ...
Debería recordar el empecinado matrimonio reinante, que la revolución francesa tuvo entre otras causas el agotamiento provocado por la presión impositiva, sumada a la contemplación del derroche, del fausto y del boato real, combinado con el descontento de las clases mas bajas. Pero también deberían recordar todos los argentinos que no configuran aún una oposición organizada, el deber cada vez mas imperioso de generar una fuerza que pueda estar en condiciones de jugar el deber de su hora con grandeza y sin egoísmos.
(1) Miembro del Comité Consultivo de Atlas 1853 – plopezherrera@hotmail.com
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