sábado, enero 05, 2008

Putin: ¿en el camino del despotismo?

La revolución rusa de comienzos del siglo XX se hizo supuestamente para terminar con un régimen que se consideraba despótico. Un siglo y decenas de millones de víctimas después, surge con claridad y fuerza un nuevo despotismo, que va tomando forma, como producto de un liderazgo personalista y nefasto que utiliza el poder a discreción con el objetivo de promover un gobierno autocrático e inmisericorde.

Un siglo de persecuciones ha sofisticado los métodos La vieja policía del zar, aplicaba los métodos tradicionales. La Che-Ka, la GPU y la KGB fueron ampliando y sofisticando los métodos y el alcance de su actividad, para “procesar” a quienes consideraban los enemigos del régimen. Cuando el régimen comenzó a dar señales de agotamiento, y la sociedad civil que solamente quiere manifestar su disidencia y ejercer sus derechos comienza a molestar, se les da nueva vida a los internados psiquiátricos, que “transforman” a quienes luchan pacíficamente por la libertad en enfermos mentales que necesitan internación.

Se pensó que con la caída del muro de Berlín, se abriría automáticamente un camino que desembocaría rápidamente en una democracia libre. Los hechos demuestran que la “nomenklatura” realizó un cambio de fachada con una apertura económica al estilo de la NEP de Lenin, y con cierta libertad de circulación, salvo para quién se oponga al presente residuo de dictadura (1). La continuación y mayor sofisticación en las formas de dominio, muestran la presencia y la actividad de una dirigencia dispuesta a no poner su poder en juego. En un esquema como el vigente, simplemente no habrá lugar para una democracia libre, si esta no es ganada por la fuerza de la opinión pública y por la propia sociedad rusa.

Entre otros métodos, hay dos particularmente repugnantes para el mundo civilizado: la internación en un hospital psiquiátrico a quién se juzgue desequilibrado, con el amparo de una ley que impide a la familia exigir la evaluación alternativa independiente del “enfermo”, y los violentos que se atribuyen al RUBOP (Comando Regional de Lucha Contra el Crimen Organizado) a las órdenes del ministro del interior.

Entre las principales víctimas de estos métodos figuran Artem Basyrov, de 20 años, que fue detenido por dos policías de civil y confinado el 23 de noviembre en un hospital psiquiátrico, según fuera denunciado por Alexander Averin, del Partido Nacional Bolchevique, por supuesto opositor. Su partido forma parte de la coalición La Otra Rusia, que organizó las llamadas "Marchas de los Disidentes" en toda Rusia.

Yury Chervochkin, de 22 años, “implicado” en la promoción de marchas de disidentes, falleció de resultas de una presunta golpiza policial durante una protesta del mes de noviembre pasado, no sin hacer una postrera llamada identificando a quienes lo seguían como integrantes del RUBOP.

El Daily Telegraph informo recientemente que Andrei Fedorovich fue mantenido en una clínica durante 43 días el otoño pasado, luego que sus vecinos, que tenían relaciones poderosas en la policía de Moscú, lo denunciaron como loco cuando trataba de tomar posesión de su departamento.

El mismo diario, informa de un caso particularmente doloroso referido a Larisa Arap, detenida en una ciudad ubicada más allá del círculo ártico, Murmansk, internada en un hospital psiquiátrico y medicada con los remedios de la “psiquiatría punitiva” por sus críticas en un artículo periodístico.

Recientemente también fue detenido por motivos fútiles el ex campeón mundial de ajedrez Garry Kasparov, reciente autor del excelente libro “El ajedrez y la vida”, que dirige un Frente Cívico Unido, y que seguramente experimenta mas dificultades en ejercitar sus derechos políticos que en haber conquistado y mantenido por años su puesto de campeón.

Salvando todas las distancias, Putin ocupa estratégicamente el poder en una Rusia post revolucionaria como lo hizo Napoleón luego de las cenizas y los muertos de la revolución francesa. Su discurso es nacionalista. Tiene un cerebro frío y privilegiado, una ambición sin límites, el dinero del petróleo y el gas, y aparenta carecer de escrúpulos. En su propio país ya lo están sufriendo quienes luchan por su propia libertad política arriesgando sus propios cuerpos. No debemos dejarlos solos. Ya no caben dudas acerca de su ambición y de su estrategia. Por ahora, solo está mostrando las uñas.

Gregorio Alexinsky, que fue participe y testigo de su época como político y diputado de la Duma, luego de constatar y describir los terribles primeros años de la revolución, publica en 1923 “Del zarismo al comunismo”, un libro sobre la revolución, sus causas y efectos. Luego de describir con objetividad y cierto detalle la destrucción de Rusia, las hambrunas y la emigración, pronostica sin la menor duda la desaparición del régimen comunista, porque un pueblo “al que le produce sufrimientos inauditos se le pone en contra”. Sabemos lo que pasó.

Predecía Alexinsky que el estado de cosas al que se había llegado, debía “necesariamente desarrollar el espíritu conservador”. Afirmaba (¡1923!) que “en la Rusia del mañana, las ideas sociales no serán revolucionarias, y el derecho de propiedad prevalecerá de la manera más absoluta. Las concepciones comunistas y socialistas no gozarán de las simpatías de la población, a los ojos de la cual están fuera de consideración, gracias a la experiencia bolchevique”. “La Rusia del mañana será un país verdaderamente democrático y verdaderamente libre, cuyos principales resortes económicos y sociales serán la iniciativa privada y la libre competencia en todas las áreas”. “La Rusia del mañana protegerá su genio nacional y cultivará apasionadamente las manifestaciones más preciosas y más bellas: la ciencia, el arte, las letras, las fuerzas de defensa, y tantas cosas dejadas de lado hoy que constituyen el alma de una nación”. El papel muestra que aguanta todo lo que se quiera escribir sobre el, sin quejarse... Después, vino Stalin y todos conocemos la continuación de la historia.

Al pueblo ruso le costó cara su revolución. ¿Habrá terminado de pagar por ella? Los errores de apreciación, así como un optimismo ciego similar al que mostraba Alexinsky, pueden volverle a costar caro a Rusia, a Europa, y al resto del mundo. Como siempre, todo depende del precio que estemos dispuestos a pagar los hombres libres: por nuestros principios y por nuestra libertad.


plopezherrera@hotmail.com


(1) Para algunos, como el que escribe, todo el proceso de desarmado de las URSS se trató simplemente de un “aterrizaje suave y auto administrado” con el que se evitaron los juicios y una revisión judicial que hubiera puesto al juicio de Nuremberg como una práctica infantil en comparación.

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