Mons. Juan Pedro Cattenoz - Arzobispo de Aviñón (*)
« Conviértase y crean en el Evangelio de la Vida. » Es bajo este título que el arzobispo de Aviñón, con ocasión de la presidencia francesa de la Unión Europea, lanza un llamamiento vibrante a la conciencia moral y política de cada uno para reconocer los “no a la vida” que jalonan la historia de Francia y de Europa desde hace cuarenta años. Mons. Cattenoz deseó que su llamamiento fuera publicado por Libertad política. Muy sensibles a su confianza, invitamos a todos nuestros lectores a que difundan con amplitud este documento a su círculo.
Frente a las cifras abrumadoras, frente a una actualidad muy animada con respecto a numerosos temas sensibles, en el momento en el que nuestro país toma la presidencia de la Unión Europea, en el momento en el que nuestro país está a punto de tomar decisiones graves que afectan a la vida, no puedo guardar silencio.
Obispo, sucesor de los apóstoles, llamado a ser testigo del Cristo y de su Evangelio, quiero invitar a todos los cristianos de mi diócesis, a todos hombres políticos, a todos hombres de buena voluntad y pienso muy particularmente en los padres A todos ellos los invito a tener el coraje de mirar frente a frente la situación para reconocer todos los «no a la vida» que marcaron la historia de nuestro país y de Europa desde hace más de cuarenta años. Hay una conversión verdadera que es necesario que se opere, pero no tengamos miedo. El que es la fuente de la Vida comenzó su ministerio con estas palabras: « Conviértase y crean en el Evangelio. » No tengamos miedo entrar en un camino de conversión con respecto a todas las culturas de muerte que atraviesan Europa de hoy. No tengamos miedo en redescubrir la belleza y la grandeza de la Vida que Cristo nos da, y seamos los testigos de este Evangelio de la Vida en Europa de hoy.
Cifras abrumadoras
En la Unión Europea, hay un aborto cada 27 segundos, 133 por hora. El aborto es la primera causa de mortalidad en Europa.
En la Unión Europea, un matrimonio se rompe cada 30 segundos.
En la Unión Europea, entre 1980 y 2006, el número de matrimonios disminuyó en más de 737.000, una pérdida del 23,9 %.
En la Unión Europea, sobre 5.209.942 nacimientos, 1.766.733 se produjeron afuera del matrimonio, o sea el 33 %. Y Francia ocupa el primer lugar con 419.192 nacimientos fuera del matrimonio, o sea el 50,5 %.
En la Unión Europea, el 80 % del crecimiento demográfico es debido a la inmigración. En 2006, el índice de fecundidad era 1,56 niños por mujer. En Alemania, hoy, 100 padres tienen 64 hijos y 44 nietos. En dos generaciones la población alemana sin contar la inmigración disminuye en la mitad.
Los hogares europeos son cada vez más solitarios: en la Unión Europea, un hogar de cada 4 cuenta solamente con una sola persona.
Una actualidad animada
El Parlamento británico acaba de autorizar a los investigadores a realizar embriones híbridos humanos-animales; podrán así trasladar células humanas a ovocitos animales de los cuales ha sido retirado su ADN para disponer de células para la investigación, células que tendrán sin embargo que destruir antes del día 15 de vida. La unión hombre-animal, aunque no es sexual, representa un horror que siempre ha sido condenado fuertemente. Romper esta barrera abre la puerta a monstruosidades que pueden revelarse de consecuencias pesadas para la humanidad entera.
Siempre en Gran Bretaña, la ley autoriza a las mujeres a recurrir a las técnicas de la procreación artificial sin que un padre sea necesario (método reclamado por las parejas de lesbianas).
Siempre en Gran Bretaña, en las escuelas, no es más posible desde ahora en adelante hacer referencia al padre y a la madre, sino al progenitor A y al progenitor B. El tiempo ha pasado en el que las primeras palabras pronunciadas por un niño eran "Papá" y "Mamá". En lo sucesivo en nombre de la ley, va a ser "A" y "B".
En numerosos países europeos se intensifica la idea que la familia natural es reaccionaria, homófoba y discriminatoria con respecto a todas las demás formas de uniones.
A un año de la revisión de la ley de bioética, la cuestión de la madre portadora ocupa actualmente la escena francesa. Prohibida en 2004 y unánimemente condenada, hoy las instancias medicales, jurídicas y políticas no se interrogan más sobre la legitimidad del recurso a las madres portadoras, sino que ahora reflexionan sobre la forma de encuadrarlo. Entonces, tales prácticas cuestionan uno de los principios más fundamentales y más antiguos del derecho: «la madre es la que da a luz el niño» ¿Cuándo sabemos todos los lazos que se generan entre la madre y el niño que lleva en su seno, cuáles serán las consecuencias de tales prácticas sobre el niño? ¿Cuáles serán sus lazos de parentesco con aquellos y aquellas que habrán participado en su nacimiento? ¿No es esa práctica una instrumentalización de la mujer, una verdadera cosificación del cuerpo humano? ¿En cuanto al niño, no es reducido también a ser un bien de consumo?
El voto en el Consejo de Europa en abril pasado de una resolución titulada «Acceso a un aborto sin riesgo y legal en Europa» fija tres objetivos: despenalizar el aborto si esto no está ya hecho; necesidad de garantizar “el acceso efectivo a este derecho” (n 3) y levantar las restricciones que traban el acceso a un aborto sin riesgo; favorecer el acceso a la contracepción y hacer obligatoria la educación sexual de los jóvenes (n 7).
Hablemos justamente de la educación sexual de los jóvenes: ¿qué pensar de los catálogos publicados bajo el membrete de la República, que presentan la gama completa de preservativos o anticonceptivos para antes o después, todo con documentación descriptiva detallada y con imágenes para su colocación y retiro? ¿Es esto educar a nuestros niños y nuestros jóvenes?
Pero hay otro fenómeno invasor, el de la pornografía que se extiende complacientemente en los medios de comunicación y que se expone a todas las miradas sobre los muros de nuestras ciudades. Se trata de agresiones verdaderamente sufridas sin poder defenderse de ellas. De la misma manera, si usted procura utilizar Internet para encargar un libro o ropa, es cada vez más difícil de evitar las imágenes intempestivas que se auto invitan frente a usted para provocarlo, y empujarlo a la tentación de practicar surf algunos instantes en sitios sobre las que usted sabe muy bien que nos harán mal hasta a nosotros los adultos. Pero que será de nuestros niños y nuestros jóvenes fascinados por las pantallas de sus ordenadores y de sus teléfonos celulares. Esta ola de pornografía los anima, los empuja a ceder a todas las impulsiones que habitan sus personas todavía en construcción, haciendo saltar en pedazos tabúes y prohibiciones.
El asunto Lydie Debaine del 9 de abril de 2008 (eutanasia): más allá de la compasión necesaria por el sufrimiento de esta mujer, cómo no interrogarse sobre las declaraciones de su abogada: «este fallo exculpatorio no debe ser interpretado como un permiso de matar, sino como el reconocimiento de un acto justo, de un acto de amor». Pero entonces, ese fallo exculpatorio abre la puerta al atentado voluntario a la vida de los minusválidos: matar a un minusválido por amor no es entonces un crimen. Ese asunto plantea la cuestión del infanticidio de minusválidos, de los recién nacidos minusválidos.
Unos tras otros, los países europeos legalizan la eutanasia y los medios de comunicación sacan provecho para volver a relanzar el debate. Actualmente, en Francia, una proposición de ley que pretendería legalizar la eutanasia circularía entre los parlamentarios. Diputados y senadores sufren, desde hace varias semanas de presiones pesadas por parte de la camarilla de la eutanasia. Pero, la primera cuestión está primero en desarrollar los cuidados paliativos y continuar combatiendo el dolor y el sufrimiento, y mucho camino hay todavía que recorrer en este tema, a pesar del aspecto positivo de declaraciones gubernamentales recientes. Toda la apuesta es al acompañamiento del fin de la vida. Algo siempre puede ser hecho para alguien que sufre, para aliviarlo, para acompañar la angustia, para ocuparse de el. Pero una sociedad que quiere erradicar el sufrimiento, abandona muy rápidamente los esfuerzos, para pasar a erradicar a los que sufren.
Y la lista no esta terminada …
Los tres “no a la vida” que marcaron nuestra historia desde hace cuarenta años
Europa dijo “no a la vida” una primera vez hace cuarenta años negando la encíclica Humanae Vitae. Se cerró a la vida la segunda vez en 1975 con las leyes sobre el aborto. Está a punto de decir un tercer no a la vida con las amenazas que pesan sobre la familia. El cardenal Christoph Schönborn declaraba recientemente a la televisión austríaca: «Europa dijo tres veces no a su propio futuro» y añadía: «esto no es primero un tema moral; es una cuestión de hechos: Europa se muere para haber dicho “no a la vida”. »
A la encíclica Humanae Vitae, le respondimos con un “no” Hace cuarenta años, en la tormenta de mayo de 68, no tuvimos el coraje de decir "sí" a la Humanae Vitae, una encíclica que, con raras excepciones, ha sido considerada decepcionante, inadmisible, inadmisible insoportable y prácticamente inaceptable.
Entonces Pablo VI nos invitaba a tener confianza, a creer en la vida y nos recordaba la grandeza del amor humano y del don de la vida. La unión de amor que une a dos personas es inseparable de la apertura al don de la vida. El amor como tal inclusive no sabría encontrar su finalidad en si mismo, necesita darse, comunicarse. Un amor que excluyera la apertura a la vida, al don de sí, es contrario a la realidad misma del amor y lleva consigo un germen de muerte.
Desde entonces, Pablo VI descartaba la utilización de todo método artificial de regulación de los nacimientos como contrario a la misma grandeza del amor que une al hombre y la mujer hasta ser solo uno, puesto que tales métodos excluían la apertura al don de la vida.
Pablo VI invitaba a los hombres y las mujeres de nuestro tiempo a no dejarse asir por los espejismos que ofrecen la técnica y la cultura hedonista ambiente, sino a vivir un amor verdadero que a la vez une a los dos seres en un don total del uno al otro, y se abre al don de la vida, que siempre es recibido como un don de Dios. Juan Pablo II y Benedicto XVI a continuación de Pablo VI tendrán el coraje de recordar esta visión maravillosa del amor humano en su grandeza y en su belleza. Por cierto que tal concepción del amor y del acto sexual está a años luz del ambiente en el cual vivimos, de la visión del amor que nos presentan continuamente nuestras pantallas de televisión o nuestros ordenadores.
Pablo VI tuvo la audacia de los profetas afirmando la grandeza del amor humano y negando toda división entre el amor que une dos seres y la apertura al don de la vida, descartando de antemano toda comercialización del cuerpo humano y toda deriva bioética.
Pablo VI tuvo la audacia del visionario para negar en nombre de la grandeza del amor humano toda utilización de las píldoras y de los preservativos que abrirían la vía a un verdadero maremoto del consumismo de los cuerpos usados para buscar placeres efímeros sin relación con la grandeza y la belleza del amor.
Hoy, no tengamos miedo de responder con un verdadero sí a la “Humanae Vitae”. Tengamos el coraje de decir sí al amor humano y al don de la vida. Tengamos confianza; creamos en la vida.
Con las leyes sobre el aborto, le dijimos “no a la vida” Hace treinta años, no tuvimos el coraje de responder con un “no” a las leyes sobre el aborto. Hoy esas leyes hicieron su obra de muerte, y el Consejo de Europa, para completar ese “no a la vida” acaba de publicar una resolución que reclama como un derecho el acceso al aborto sin riesgo y legal en toda Europa.
Delante de esta ola de “no a la vida”, Juan Pablo II, en la encíclica “Evangelium Vitae”, recordaba la grandeza de la vida humana: « el hombre es llamado a una plenitud de vida que está mucho más allá de las dimensiones de su existencia sobre tierra, ya que es participación en la misma vida de Dios. La profundidad de esta vocación sobrenatural revela la grandeza y el precio de la vida humana » (EV n 2). La vida humana es sagrada desde su comienzo hasta su término natural.
Juan Pablo II denunciaba entonces la verdadera cultura de muerte que golpea a la vida humana en situaciones de una precariedad muy grande y que se desarrolla en el seno mismo de la familia. Ésta, llamada a ser el santuario de la vida se convierte en el primer lugar donde se mata: la madre en contra de su hijo o los hijos en contra de sus padres (Cf. EV n 11).
«La vida que necesitaría más amparo, amor y cuidado es considerada inútil, o considerada como un peso insoportable, entonces es negada de múltiples formas. Por su enfermedad, por su debilidad o, mucho más simplemente, por su misma presencia, el que cuestiona el bienestar y las costumbres de vida de aquellos que son más favorecidos tiende a ser considerado como un enemigo del que hay que defenderse o el que hay que eliminar. Se desencadena así una suerte de “conspiración contra la vida”» (EV n 12).
Este “no a la vida ” es tal que: «Para favorecer una práctica más extensa del aborto invertimos y continuamos invirtiendo sumas considerables para la puesta a punto de preparaciones farmacéuticas que hacen posible el homicidio del feto en el seno materno sin que sea necesario recurrir al servicio de un médico. Sobre este punto, la investigación científica misma parece casi exclusivamente preocupada de conseguir productos cada vez más simples y más eficaces contra la vida y, al mismo tiempo, de naturaleza tal que retiran al aborto de toda forma de control y de responsabilidad social » (EV n 13).
En realidad, la contracepción y el aborto son los frutos de la misma planta, «y esto es confirmado de manera alarmante por la puesta a punto de preparaciones químicas, de dispositivos intrauterinos y de vacunas que, distribuidos con la misma facilidad que los anticonceptivos, actúan en realidad como medios abortivos en los primeros estadios del desarrollo de la vida del nuevo individuo» (EV n 13).
Este “ no a la vida ” se extiende entonces al diagnóstico prenatal, «que se hace demasiado a menudo una ocasión de proponer y de provocar el aborto. Es el aborto eugenésico cuya legitimación en la opinión pública nace de una mentalidad -percibida sin razón como en armonía con las exigencias terapéuticas- que recibe la vida solamente en ciertas condiciones y que niega el límite, la debilidad, la imperfección. Y persiguiendo la misma lógica, logramos negarles los cuidados ordinarios más elementales, y hasta la alimentación, a niños nacidos con debilidades o enfermedades graves.
Además, el guión cinematográfico actual se vuelve todavía más desconcertante debido a las propuestas, adelantadas por aquí y por allí, de legitimar en la misma línea del derecho al aborto, hasta el infanticidio, lo que nos hace volver a un estado de barbarie que se esperaba haber superado para siempre » (EV n 14).
Juan Pablo II denunciaba entonces, como última consecuencia de este no a la vida, la tentación de la eutanasia: «amenazas más graves pesan también sobre los enfermos incurables y los moribundos en un contexto social y cultural que, aumentando la dificultad de enfrentar y soportar el sufrimiento, hace más fuerte la tentación de resolver el problema del sufrimiento eliminándolo en la raíz mediante la anticipación de la muerte en el momento considerado como el más oportuno » (EV n 15).
Juan Pablo II subrayaba entonces la gravedad de tales derivaciones: «reivindicar el derecho al aborto, al infanticidio, a la eutanasia, y reconocerlo legalmente, equivale a atribuir a la libertad humana un sentido depravado e injusto, el de un poder absoluto sobre los otros y contra los otros. Pero es la muerte de la verdadera libertad» (EV n 21). «El eclipse del sentido de Dios y del hombre conduce inevitablemente al materialismo práctico que hace difundirse el individualismo, el utilitarismo y el hedonismo […]. Así es como los valores del ser son reemplazados por los del tener. El solo fin que cuenta es la búsqueda del bienestar material personal. La pretendida "calidad de vida” se comprende esencialmente o exclusivamente como la eficacia económica, el consumo desordenado, la belleza y el goce de la vida física, olvidando las dimensiones más profundas de la existencia, del orden relacional, espiritual y religioso » (EV n 23).
No tengamos miedo hoy de decir un verdadero sí al Evangelio de la Vida y de ser testigos auténticos. Tengamos el coraje de decir sí al don de la vida. Tengamos confianza, creamos en la vida.
Con las leyes sobre la disolución del matrimonio y de la familia, le decimos un nuevo “no a la vida”
Hoy, los países europeos unos tras otros legalizan el matrimonio de los homosexuales. ¿Tendremos el coraje de decir no a tales leyes? ¿Tendremos el coraje de decir no a un modelo familiar que la sociedad europea nos prepara en el que, al lado de la homoparentalidad, al lado de la unión libre, al lado del Pacs (1), al lado del concubinato en sus múltiples facetas, el matrimonio se convertiría en un contrato revocable a pedido entre compañeros del mismo sexo o del sexo diferente?
¿Tendremos realmente el coraje de decir no a una sociedad dónde el individuo convertido en rey pueda aspirar al tipo de familia de su elección, y pueda aspirar a elegir un hijo como quiera, cuando quiera, y si quiere?
¿Tendremos el coraje de decir no a la lógica contraceptiva, abortiva y eugenésica y genocida de las leyes de la cultura de muerte de la Europa de hoy, de una Europa que muere para haber respondido no a la vida?
¿Tendremos el coraje de oír al Papa Benedicto XVI dirigiéndose a los participantes a la Asamblea plenaria del Consejo Pontifical para la familia (13 de mayo de 2006)?: « La familia fundada sobre el matrimonio constituye “ un patrimonio de la humanidad ”, una institución social fundamental; es la célula vital y el pilar de la sociedad y esto concierne a los creyentes y los no creyentes. Es una realidad para la cual todos los Estados deben tener la consideración más elevada, porque, como gustaba recordarlo a Juan Pablo II, “el futuro de la humanidad pasa por la familia” (Familiaris consortio, n 86). […] En el mundo actual, en el que se difunden ciertas concepciones equívocas sobre el hombre, sobre la libertad, sobre el amor humano, jamás debemos cansarnos de presentar de nuevo la verdad sobre la institución familiar, tal como ella ha sido querida por Dios desde la creación. [] Vastas zonas del mundo sufren lo que se llama el "invierno demográfico", con consiguiente envejecimiento progresivo de la población que resulta; las familias parecen a veces amenazadas por el miedo de la vida, de la paternidad y de la maternidad. Hay que devolverles confianza, para que puedan continuar desempeñando su misión noble de procrear en el amor. »
¿Tendremos el coraje de oír al Papa Benedicto XVI dirigiéndose a las autoridades y al cuerpo diplomático en ocasión de su visita apostólica a Austria, el 7 de septiembre de 2007?: «¡Por favor, animen a los jóvenes qué, con el matrimonio fundan nuevas familias, que se hagan madres y padres! Usted les harán bien así, no sólo a ellos mismos, sino también a la sociedad entera. Los animo firmemente en su esfuerzos políticos que favorezcan las condiciones que permitan criar niños a las jóvenes parejas. Todo esto, sin embargo, no servirá para nada, si no conseguimos crear de nuevo en nuestros países un clima de alegría y de confianza en la vida, por el cual los niños no sean percibidos como un peso, sino como un don para todos. »
¿ Tendremos el coraje de oír al Papa Benedicto XVI dirigiéndose a los participantes al congreso internacional organizado con ocasión del cuadragésimo aniversario de la encíclica Humanae Vitae el 10 de mayo de 2008?:
« Verdaderamente deseo que se les reserve, particularmente a los jóvenes, una atención totalmente particular, con el fin de que puedan enterarse del sentido verdadero del amor y se preparen para ello a través de una educación adaptada a la sexualidad, sin dejarse distraer por mensajes efímeros que impidan alcanzar la esencia de la verdad que está en juego. »
De manera dramática, Europa parece lanzada hacia una espiral de extinción de la civilización, muy conocida por los historiadores con sus fases de disminución de la natalidad, envejecimiento, declinación y por fin decadencia.
Pero al mismo tiempo, nosotros los cristianos, queremos presentar nuestro alegato frente a esta espiral de muerte, porque vemos en el corazón de la Iglesia, levantarse familias, verdaderas familias, grandes familias, familias numerosas, que testimonian su confianza en la vida. Demuestran que Pablo VI tenía razón: la vida es un don maravilloso de Dios y el “sí a la vida” es una condición para una vida feliz y para una Europa que viva.
Querría agradecer a todas las familias que dicen sí a la vida, su testimonio es inapreciable y dará frutos. ¡Que alegría encontrar tales familias donde los niños son dones de Dios recibidos como frutos del amor que une a los padres! ¡Sin la familia, sin él “sí a la vida”, no hay futuro para la sociedad, ni para la Iglesia!
No tengamos miedo de pedir perdón para todas nuestras faltas de coraje, para todas nuestras faltas de confianza en la vida. ¡Qué el Señor nos dé a todos el don de convertirnos y creer en el Evangelio de la Vida! ¡Qué nos dé a todos el coraje a decir “sí a la vida” !
Aviñón, el 24 de junio de 2008, en la fiesta de San Juan Bautista.
+ Jean-Pierre-Cattenoz, Arzobispo de Aviñón.
(1) pacto de unión civil vigente en Francia. (N del T)
(*) Publicado en www.libertepolitique.com - Traducción de Pablo López Herrera
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