viernes, octubre 27, 2006

Un viajero en Argentina hace 100 años (I parte)



Un viajero en Argentina hace 100 años (I parte)

Por Pablo López Herrera (*)

E la nave va ...

Conviene a veces tomar un poco de perspectiva para analizar sobre las causas de nuestros males, y revisar las opiniones que algunos extranjeros han realizado sobre nuestro país, no porque sean superiores a las nuestras, sino porque tienen menos del componente “partisano” que uno no puede dejar de tener cuando se trata de juzgar sobre uno mismo.

A principios del siglo pasado (S XX) escribió un viajero francés tres libros sobre la Argentina luego de una larga permanencia y recorridos a lo largo y a lo ancho de nuestras tierras. Estas líneas (**), fueron escritas antes de la revolución rusa, antes de la crisis de los años 30, antes de las clases medias al abordaje del poder, antes de los Moyano, de los Perón, de los Duhalde, de los Kirchner, de los Jorge Antonio o de Mendiguren, de las prebendas y los subsidios, de los gobiernos militares, de azules y colorados, antes de las dos guerras europeas, antes del nazismo y del comunismo al poder.

Me parece interesante traducir de la obra mencionada el texto que transcribo aquí abajo, que me parece refleja aspectos de nuestra idiosincrasia que aún nos acompañan. Al leer sobre las costumbres políticas y los acontecimientos que la descripción reflejaba, no podía dejar de pensar -entre muchas cosas- en Duhalde preparando el gobierno de Kirchner y amañando el sistema electoral. El problema no es unitarios o federales, conservadores o populistas. Es si en la Argentina –o en el mundo- hay lugar para que la gente decente llegue al poder, y sigua siéndolo. Mi primera conclusión es que solo hemos aumentado la cantidad de grupos de interés y que hemos aprendido poco de nuestros propios errores. Siempre estamos a tiempo de hacerlo. Pero para ello es necesario mirarnos en el espejo de nuestra propia historia.

Los párrafos que he traducido, están escritos teniendo a la vista la llegada de Sáenz Peña a Buenos Aires, y las manifestaciones en su apoyo o en su contra.

Antes de las elecciones, se leía lo siguiente en una publicidad escrita, “entre los avisos de un perfumero y de un vendedor de corsés, UNION CÍVICA - UDAONDO, candidato de la oposición, a actuado siempre en el interés del pueblo. En 1890 defendió Buenos Aires en el parque. En 1893, presidió la Asamblea revolucionaria de la provincia, y gobernó Buenos Aires con el pueblo y para el pueblo.” Amén ...

He aquí el texto:

Aunque la era de las revoluciones parece terminada en Argentina -salvo la aleatoriedad de una crisis económica larga y generalizada- el país sufre y sufrirá mucho tiempo todavía por las costumbres funestas que favorece desde hace un siglo la inestabilidad de su vida política.

Cuando en 1853, desembarazada de una tiranía que duraba ya un cuarto de siglo, la Argentina resolvió gobernarse a sí misma, adoptó como modelo de su Constitución la de los Estados Unidos. Parece que ese régimen federal, basado en la autonomía provincial, debiera convenir a un país tan vasto como este, en el que una sola provincia, la de Buenos Aires, es casi igual a tres quintos de Francia. Pero para aplicarla en su verdadero espíritu hubiera sido necesaria una verdadera educación política lejos de estar terminada en ese entonces, que tampoco está terminada ahora, y un estado de prosperidad general que la Argentina no conoce sino hace pocos años.

Dijo Taine que los gobiernos son como los indígenas, que –transplantados- languidecen o mueren.

Los argentinos clarividentes repiten con ganas el siguiente razonamiento:

Hemos tomado prestado un traje hecho para otro. En nuestra prisa por librarnos de una tiranía odiosa, fue necesario contentarse con una constitución que no fue ni el fruto de deliberaciones populares, ni el resultado de las meditaciones y discusiones de una elite. Por otra parte, una constitución vale sobre todo por los hombres que la aplican. Aquí fue rápidamente viciada por el entrometimiento del poder central sobre los poderes provinciales.

¿Hay que lamentarlo? No. Porque la mayoría de las provincias dotadas de autonomía eran incapaces de gobernarse ellas mismas y sobre todo de autoabastecerse. Pobres o mal explotadas, algunas casi deshabitadas, ellas debieron, para subsistir, aceptar o inclusive solicitar la colaboración del gobierno central, contar con él para completar el déficit de sus presupuestos, para tener ferrocarriles, puertos, telégrafos, escuelas, trabajos de riego, etc. , lo que sus escasos ingresos no les permitían. A cambio, se sometían con representantes dóciles a los proyectos del gobierno central. Esta sumisión forzada de sus delegados, aumentó la fuerza de este poder tan fuertemente constituido por la legislación, e hizo del presidente de la república un verdadero rey por seis años. Los ministros, elegidos por el también están sometidos. Y el nombra a todos los funcionarios de importancia. Teniendo en su mano a los gobernadores de las provincias y al congreso, el país le pertenece.

Si algún gobierno provincial intenta resistir indirectamente a través de sus diputados y senadores, si toma aires de independencia, si -en una palabra- no obedece ciegamente, es necesario que desaparezca, lo que no pasa espontáneamente. El gobernador representa, en efecto, los intereses del estado provincial, y sus derechos constitucionales frente a la capital y el gobierno central. ¿Cómo sacárselo de encima?.

De ordinario, el presidente procede por la vía de la intervención. Porque la constitución prevé que en el caso en que tumultos graves se produzcan en un estado provincial o si el mecanismo de la constitución dejara de funcionar, el presidente, con aviso al congreso, tendría el derecho de intervenir para restablecer el orden. Sólo se trata entonces de legitimar esa intervención.

El procedimiento es -en síntesis- bastante fácil. Consiste en fomentar una pequeña revolución instigada por el poder central o sus agentes, y el partido opositor al gobierno local -siempre hay uno- organiza la agitación en la capital de la provincia. Algunos turbulentos se arman con fusiles. Van a manifestarse frente a la casa de gobierno y luego a los cuarteles. Los militares y policías están en acuerdo, se disparan algunos tiros de fusil, y se mata a uno o dos agitadores y a un policía.

Entonces el gobierno central, rápido, investiga y pide al parlamento una ley que le permita intervenir oficialmente, ley que siempre es votada. Uno o dos comisionados, los “interventores” llegan a Córdoba, o a Corrientes, o a Santa Fe. Se entienden con el partido local opositor, organizan ellos mismos la abstención o la obstrucción del parlamento provincial, y declaran que, interrumpida la vida pública, hay que proceder a nuevas elecciones. Naturalmente estas se realizan bajo la vigilancia de los “interventores”. Y está todo dicho. Se eligen diputados del color que hace falta y un gobernador obediente. Y el juego está hecho.

De hecho, el sistema republicano democrático no existe aquí. Una oligarquía dirige al país, fraccionada en partidos sin programa que se disputan la presidencia, durante seis años, a fin de poder distribuir puestos y favores.

Si el presidente es un hombre con valores, no hay mucho que lamentarse por ese despotismo benefactor. Si es malo, es la anarquía y el despilfarro sin control. La política se reduce así a una política de personas. No se hacen grupos para sostener un principio, una doctrina política, económica o social, no se es ni librecambista, ni proteccionista, ni conservador, ni liberal, ni socialista. Se es partidario de cualquier cosa.

Así, encontrándose todos de acuerdo sobre las ideas directrices del gobierno, los adversarios no son enemigos. Forman parte de los mismos círculos, comparten los mismos lugares. No los anima ninguna pasión verdadera, que no sea la del propio interés personal.

Entonces es necesario que se cuiden los unos a los otros, a fin de conservar en cada campo la posibilidad de una influencia, de un favor. Y como todos se conocen, y son unos miles para compartir la torta oligárquica, atenúan rápido la vivacidad de sus respectivas opiniones para no herirse recíprocamente.

La prensa, por la libertad extrema de sus polémicas, satisface su combatividad y su violencia contenida y es -a veces- de una brutalidad increíble.

Si las elecciones, en general, tienen lugar en la mas profunda indiferencia de la nación que sabe perfectamente que su voto sería en vano, la aproximación de una elección presidencial despierta un poco más las pasiones.

Nada más allá de lo razonable, sin embargo, porque se sabe también que el presidente está elegido de antemano, designado por el presidente en el poder. Y además, la parte de la nación que se agita está limitada a la burguesía dirigente, conservando el pueblo su indiferencia y escepticismo de costumbre.

Pero el simulacro del libre sufragio debe tener lugar, y se crea una agitación artificial en los colegios electorales. Se han instalado los comités y nombrado los delegados. La campaña presidencial comienza...



(*) Miembro del Consejo Consultivo de Atlas-1853
(**)El escritor, un viajero que ya había escrito dos libros sobre los Estados Unidos, cuatro sobre Alemania y dos mas sobre nuestro país, escribe en “En Argentina. De la Plata a la cordillera de los Andes. Jules Huret. Eugene Fasquelle, editor, Paris 1913.”

jueves, octubre 26, 2006

Liderazgo político

Una visión inspirada en principios y valores


Introducción


El presente trabajo, tiene que ver con el tema del liderazgo, como un tipo de conducta general, y en su relación con los valores, con la formación de líderes, con el mismo ejercicio del liderazgo y con el liderazgo en el cambio.

Pero también más específicamente con el liderazgo político, y con algunos elementos que en mi opinión deberían ser guía para quién pretenda asumir su vocación política en base a los principios de la Iglesia.

Mi aproximación al tema del liderazgo, surgió a partir de mi interés en la conducta de dos exploradores de la Antártida a comienzos del siglo XX: Scott y Shackleton, que organizaron y dirigieron expediciones en las que me se puso de manifiesto –particularmente en su comparación con el viaje de Amudsen- la necesidad de analizar al liderazgo como una disciplina con características propias.

Por el interés y la disponibilidad de material de estudio, me concentré en la expedición de Shackleton de 1914 realizada en un contexto de cambio permanente, analizando aquellas características de la personalidad y de la conducta de Shackleton por cuyo ejercicio se lo considera hoy un modelo de “líder”. Con mis conclusiones preliminares, analicé también textos del propio Napoleón con observaciones sobre las características de los jefes militares que él admiraba, y un análisis de La Bruyère sobre las características del buen soberano. De esa manera elaboré “siete vectores del liderazgo” que me parecen interesantes como contribución para la formación de líderes, o más bien de “redes de liderazgo”. Y como la diferencia entre liderazgo reside en gran parte por los valores que los inspiran, tomé unas reflexiones del propio Napoleón sobre si mismo y del Mariscal Foch sobre Napoleón, que ayudan a poner un foco de luz en tal crucial problema.

El contexto en el que evolucionamos en este principio de siglo, nos muestran que se requerirá de verdaderos líderes para superar desafíos como los cinco siguientes que se nos plantean, y que expongo a título de ejemplo, y sin la pretensión de ser exhaustivo ni completo en el análisis:

1. Existe incertidumbre respecto del futuro, especialmente en numerosos jóvenes, afortunadamente no en todos.
2. El ambiente social favorece a veces la indiferencia, la hermeticidad y la atomización
3. Para muchos, el dinero y el “éxito” constituyen en si mismos falsos indicadores de realización individual y social.
4. La emoción reemplaza en oportunidades a la inteligencia en las conductas individuales y sociales, donde no debería hacerlo.
5. Los marcos sociales de referencia no están totalmente integrados, lo que produce a veces la sensación de falta de sentido o de proyectos compartidos.

Ser católico implica vivir las enseñanzas de Cristo y de su Iglesia. A los elementos generales de un liderazgo compatible con la ley natural, deben agregarse las exigencias de la Fe.

En ese sentido, agrego unas consideraciones generales sobre el católico y la política, apoyado en palabras del Cardenal Bergoglio, algunas consideraciones sobre las que son –en mi opinión- algunas de las exigencias de la hora, y una propuesta de 10 principios para la acción política del católico.


La esencia del liderazgo

Comencemos por dar algunas imágenes sobre lo que consideramos liderazgo. La esencia del liderazgo, en mi opinión consiste en el arte de la alineación con objetivos de conducta (individual o colectiva) y en el esfuerzo y la perseverancia para seguir luchando por esos objetivos. Se muestra cuando alguien da un paso al frente para hacerse cargo de un proyecto personal o social.

La esencia del liderazgo consiste en la impresión de sentido y de impulso. Normalmente se traduce en un esfuerzo colectivo que lleva a un conjunto humano en una o varias direcciones.

Para saber de quienes estamos hablando, entiendo que los líderes, “no son únicamente quienes ocupan cargos directivos”, como lo afirma Chris Lowney.


El liderazgo no es para “elegidos”
sino para todo aquel que se “hace cargo”
de una tarea o de una misión,
por mas pequeña que sea.


En este sentido y en síntesis, diría que liderar es dar un paso al frente. Y todos podemos –y quizás debemos- dar en nuestras vidas ese paso al frente que divide el antes del después. De ahí que el interés en estos temas sea general y no solamente para “elegidos”.

Antes de presentar “los siete vectores del liderazgo y su dinámica”, veamos como se producen los resultados, las “cuatro” causas que los provocan, cual es el marco de referencia del líder y como se produce el encadenamiento de los liderazgos y la actividad humana “colectiva”. De esta forma el sentido de los “siete vectores” podrá ser analizado por cada uno con mayor sentido práctico, y así mi aporte será mas útil para los asistentes.


Sobre los cambios en general y las causas que los provocan

Si vamos mas atrás en el tiempo, Aristóteles, preceptor de Alejandro Magno, consideraba que las cosas estaban en potencia cuando “podían” ser y en “acto” cuando ya eran realidad. Y para que algo pasara del “no ser”al “ser”, eran necesarias las causas.

Hoy nos resulta obvio que los cambios tienen relación directa con las causas que los producen. Para Aristóteles las causas que hacen que algo que pueda pasar del “no ser” al “ser” son de cuatro tipos:

1. La causa formal aporta la forma, la esencia. Es la idea, la visión, el concepto, la visualización: Ej. Los planos de la casa.

2. La causa material es aquello de lo que esta hecho algo. Son los materiales, las herramientas, los instrumentos: Ej. El terreno donde se va a construir la casa.

3. La causa eficiente es lo que produce la cosa. El proceso. Ej. El arquitecto, los albañiles, la energía, el trabajo que levanta la casa.

4. La causa final es aquello para lo que se hace algo. La meta. El resultado. Para que se vaya a usar. Ej. La casa terminada.

Esto que parece teórico es absolutamente relevante: la idea no es la casa; los materiales solos no son la casa; el trabajo y la energía solos no hacen la casa; y la finalidad no es la casa.
Para que determinada casa exista debe existir la idea que da la forma, lo material con lo que se construye, los procesos y el trabajo que transforman la idea y los materiales en algo determinado, y la finalidad o el objetivo que se comparará con el plano o la idea original.

El que hace proyectos, el acumulador, el que trabaja y el que tiene objetivos claros, producen diferentes cambios según lo hagan con el mismo sentido o con sentido diferente. Parece evidente, pero la realidad muestra que es mas difícil de lo que parece. El rol de los liderazgos es precisamente lograr el sentido.


El marco de referencia del líder

Vistas las causas que producen los resultados, pongámonos en la piel de quien quiere dar un paso adelante y asumir su propio liderazgo.

¿Cuál es el marco de referencia en el que tendrá que moverse como “líder”?

Henry Mintzberg en “El trabajo del directivo” (*) propone tres conjuntos cuya interacción constituyen lo que llamo “el marco de referencia del líder”, que son sus “áreas de trabajo” o su “teatro de operaciones propio”.

El trabajo sobre estas tres áreas muestra o define la envergadura de un líder.

1. Hay una “área o entorno superior”, constituida por las ideas, la planificación, la misión y objetivos que se plantea quien asume un rol de liderazgo.

2. Hay, en segundo término, un “área personal” que constituye la esfera íntima que salvo raras ocasiones no abre a terceros en su totalidad.

3. Y hay, finalmente una “área del grupo de trabajo” que es donde se produce el contacto con los demás.

El verdadero líder, mantiene un ojo abierto en permanencia sobre estas tres áreas y sobre la interacción de las mismas, y un diálogo interior consigo mismo.

En su concepción de la gestión de los negocios Larry Bossidy y Ram Charam (**) mencionan tres áreas que entran en la esfera de acción del directivo: el planeamiento, las personas y los procesos.

(*) El trabajo del directivo – Harvard Business Review - Henry Mintzberg (Catedrático Universidad McGill Montreal e INSEAD de Fontainebleau)

(**)“El arte de la ejecución en los negocios”, Larry Bossidy (Pte. Honeywell Int. – ex GE) & Ram Charam (Consultor, catedrático de Harvard y Kellog)



Grandes ideas + vida interior intensa +
relación con el grupo de trabajo buena calificada e intensa
= liderazgo significativo y positivo



Carencia de ideas + vida interior escasa +
relación con el grupo de trabajo mala, y superficial
= liderazgo escaso y nefasto



El encadenamiento de los liderazgos y la actividad humana

Hablé al principio de “redes de liderazgo”.

En efecto, los liderazgos personales se van encadenando, y es así que los grandes cambios se producen por un encadenamiento de liderazgos.

Los resultados de toda actividad humana son una “función” de las ideas o de la falta de ellas, de los hombres que las tienen o que carecen de ellas y de la acción de unos y la omisión de otros.


La interacción de personas y grupos que tengan similares o diferentes ideas y que actúen o dejen de actuar produce diferentes resultados.

Todo lo que se va produciendo desde el origen del hombre, tiene que ver con este sencillo razonamiento. De ahí que cuando se pretende lograr determinada realidad individual o social, lo que se vaya haciendo sea ir encadenando acciones o actividades de liderazgos individuales alineados en torno a un objetivo común.

Así los efectos de los liderazgos “cruzados” o de la falta de liderazgos son los que producen el mundo real en el que vivimos.


Los siete vectores del liderazgo

Una vez que hemos visto como se producen los resultados, las “cuatro” causas que los provocan, cual es el marco de referencia del líder y como se produce el encadenamiento de los liderazgos y la actividad humana “colectiva”, podremos exponer los “siete vectores del liderazgo”, que podrán ser analizados por cada uno con mayor sentido práctico, y así mi aporte será mas útil para los asistentes. Los llamo vectores y no atributos, aunque lo sean, por dos razones. Por un lado, no constituyen improntas permanentes de la personalidad o de la conducta. Por el otro, no deben observarse como “objetos de contemplación” estáticos, sino como causas de cambio o de transformación del contexto. Y en ese sentido, son absolutamente dinámicos y generadores de sentido.

A ellos llegué realizando un análisis y agrupación de una centena de características que relevé de la conducta de Shackleton, más las observaciones del propio Napoleón sobre las características de los jefes militares que él admiraba, y el análisis de La Bruyère sobre las características que pare él debía poseer “el buen soberano”.

¿Cuáles son estos siete vectores?

•Profesionales: idoneidad, experiencia, conocimientos
•Conceptuales: criterio, sentido común, timing, alineamiento, discernimiento, capacidad de prever, de oír
•Emocionales: carácter, temperamento, fe en si mismo, impulso a la acción
•De relación: sociabilidad, comunicación
•De mando: capacidad de conducción, motivación, animación del grupo
•Logísticos: capacidad de manejar los aspectos materiales de los proyectos, calidad de ejecución
•Éticos: capacidad de discernir el bien y el mal e intentar practicar el primero antes que el segundo


La integración dinámica de los vectores

¿Cómo se integran los vectores que anidan en cada “líder”?

Los “vectores de liderazgo” se integran y convierten en dinámicos y en causas de cambios en el “entorno” mediante la “energía” (las pilas...) que pone el que quiere asumir ese rol. Si se observan las características del tipo de pensamiento y las formas de actuar de una persona, se pueden determinar las características que asumirá un liderazgo determinado.

En el cuadro que sigue, se pueden ver algunas de estas características -a mi modo de ver esenciales- que ayudan a prever los resultados en el “entorno” de la acción de los líderes.

Alineación y esfuerzo

Integración positiva

Si el pensamiento está orientado a ...

Futuro
Objetivos sociedad
Confianza
Normas
Integración
Escucha

Si su energía está orientada a ...

Acción
Entusiasmo
Insistencia
Unidad
Rapidez
Orden

Integración negativa

Si el pensamiento está orientado a ...

Pasado
Propios
Desconfianza
Anomia
Egocentrismo
Autismo

Si la energía está orientada a ...

Pasividad
Apatía
Abandono
Destrucción
Lentitud
Desorden



Al pasar por el “tamiz” propuesto el liderazgo que queramos analizar, caemos de lleno en el terreno de los valores.



Liderazgo y valores: Napoleón y Foch

Efectivamente, el liderazgo no es indiferente a los valores ni al contexto social en el que se desarrolla.

Y para quedarnos en el terreno de las realidades, veamos un par de razonamientos efectuados por Napoleón sobre los que el consideraba los Grandes Capitanes –los líderes que admiraba y constituían para el su ejemplo- y sobre la construcción de su poder. Es lo que llamaría liderazgo con “alineación funcional”

“Los Grandes Capitanes se ajustaron a las reglas y a los principios naturales del arte, hicieron una relación inteligente entre fines y medios, fueron exactos en las combinaciones, y se esforzaron para superar los obstáculos”.

“Mi poder esta basado en mi gloria, y mi gloria en las victorias que he logrado. Mi poder caería si yo no le diera como sustento mas gloria y nuevas victorias. La conquista me hace lo que soy; solo la conquista me puede mantener”.

Y veamos ahora lo que pensaba el Mariscal Foch sobre Napoleón, cuyas observaciones nos brindan una muestra de “liderazgo con valores” en la misma profesión o actividad que Napoleón.

Decía Foch que “Napoleón se olvido de que un hombre no puede ser Dios, que por encima del individuo está la nación, y sobre los hombres, la ley moral: se olvidó de que la guerra no es el fin mas alto, porque la paz está por encima”.

Huelgan los comentarios.


¿Cómo se forma a un líder?

Dice Aristóteles en su Ética Eudemia: “Si se reúne a la vez la virtud del arte de la zapatería y la virtud del buen zapatero, la obra que resulte será un buen zapato”

Si se me permite reemplazar términos en esa “ecuación” para aplicar el razonamiento a nuestro tema, nos queda que: “Si se reúne a la vez la virtud del arte del liderazgo y la virtud del buen líder, la obra que resulte será un buen liderazgo”.

Hemos hablado ya del “arte del liderazgo”. Hablemos un poco acerca de cómo se va forjando un líder.

Para Hunter, en “La Paradoja”, hay un proceso interior que lleva al liderazgo, que tiene que ver con las ideas, los actos, el carácter y el destino. Para este autor, “las ideas se convierten en actos, los actos en nuestro carácter, y nuestro carácter en nuestro destino.”

Resulta muy interesante como fundamenta la “legitimidad ética” del líder Hunter. Para el, el líder es “alguien que, con la voluntad, asume un comportamiento que consiste en la identificación y satisfacción, de las legitimas necesidades de una empresa o proyecto a cuyo servicio esta el líder. Esta actividad, libremente elegida, asumida con responsabilidad, y realizada de modo consistente y habitual funda la autoridad que da derecho al liderazgo.”

El estilo de liderazgo que adapte cada uno, tendrá que ver con lo que haga para satisfacer esas necesidades en el contexto del propio proyecto, y del equilibrio y balance entre las necesidades que pretenda satisfacer y sus objetivos personales.

Según el modo de ver de Hunter, el líder no es el “que hace todo”. Mas bien “el liderazgo se asemeja a la acción del jardinero que se dedica a construir y a cultivar un jardín donde las plantas crecerán, obedeciendo a causas ajenas al propio jardinero”.

Cuando se ve a un líder indiscutido y se dice “líder se nace y no se hace” en realidad se omite que hubo un proceso de formación del carácter, de un modo similar al que se decía antes que la repetición de los buenos actos generaba el “hábito”de la virtud. La repetición de actos de “liderazgo” produce el “hábito” del liderazgo, y forja el carácter de líder.

La combinación de talento y carácter hace los grandes líderes, siendo el carácter el factor diferencial: “Los hombres de carácter son infinitamente más raros que los de talento. El talento puede no ser más que un don de la naturaleza. El carácter es el resultado de mil victorias logradas por el hombre sobre si mismo”. (François de Salignac de la Mothe-Jénelan – Metagnosis)

Y como «las victorias del hombre sobre si mismo» pertenecen a su intimidad, no son generalmente vistas por los demás. Y al no ser vistas , se considera que el liderazgo es un «don» que es atribuído a algunos en forma arbitraria y misteriosa. Lo que resulta tambien -a veces- un pretexto para evitar las propias responsabilidades en asumir liderazgos que la sociedad necesita.

El liderazgo sería en este sentido un tipo de conducta integrada a la formación y a la educación de la persona. Y en este sentido, entiendo que se puede y se debe «formar y educar» en «liderazgo», como se hace con las diferentes disciplinas que contribuyen a la formación, educación y capacitación de la persona.



Una visión poética del liderazgo

Tres ideas más poéticas o intelectuales que considero tienen que ver con la esencia del liderazgo:

1. "Conozco a los que buscan el mar al paso lento de sus caravanas, y que necesitan el mar. Y cuando llegan se maravillan. Y sus corazones son lavados de la esclavitud de las cosas pequeñas. Entonces cargan provisiones de inmensidad y traen a su casa la felicidad plena que han encontrado. Y la casa se cambia porque existe en algún lugar la salida del sol en la llanura, y el mar. Porque todo se abre a algo más amplio que uno mismo. Todo se hace camino y ventana sobre algo distinto de uno mismo." (Antoine de Saint-Exupéry, Ciudadela)

2. “Hay distintos modos de obtener los mismos fines, y en un entorno natural que es el mismo para todos, unos viven del robo y otros de la pesca”. (Aristóteles, Política)

3. “Ciertamente, ningún hombre viviente podría haber sido de un modo efectivo el líder de nuestra expedición. No había otro como el. El fue el Corazón, el Cerebro, el Maestro y el Guía. (*)” (Edward Evans, Segundo de a bordo en el Terra Nova, Expedición Británica a la Antártica de 1910, citado en “Al Sud con Scott”)


(*)

Corazón = Energía
Cerebro = Ideas, forma
Maestro = Transmisión
Guía = Rumbo


Los católicos y la política

En momentos en que es particularmente necesaria la acción política de los católicos, me parece conveniente retomar algunas ideas recientemente transmitidas por nuestro cardenal particularmente movilizadoras, y luego de agregar algunas consideraciones generales sobre las exigencias de la hora, proponer diez principios - tomados de aspectos constitutivos y fundantes de nuestro país y de la experiencia humana - que propongo como un marco de referencia insoslayable para que la mencionada acción política sea efectiva y constructiva.

Algunos lineamientos expresados por nuestro Cardenal

"Estamos en una instancia crucial de nuestra Patria. Crucial y fundante: por eso mismo llena de esperanza. La esperanza esta tan lejos del facilismo como de la pusilanimidad. Exige lo mejor de nosotros mismos en la tarea de reconstruir lo común, lo que nos hace un pueblo. Estas reflexiones han pretendido solamente despertar un deseo: el de poner manos a la obra, animados e iluminados por nuestra propia historia. El de no dejar caer el sueño de una Patria de hermanos que guió a tantos hombres y mujeres en esta tierra. ¿Que dirán de nosotros las generaciones venideras? ¿Estaremos a la altura de los desafíos que se nos presentan? ¿Porque no?, Es la respuesta. Sin grandilocuencias, sin mesianismos, sin certezas imposibles, se trata de bucear valientemente en nuestros ideales, en aquellos que nos guiaron en nuestra historia, y de empezar ahora mismo a poner en marcha otras posibilidades, otros valores, otras conductas. "

(Cardenal Jorge Mario Bergoglio a las comunidades educativas el 10 de abril de 2002 - revista Criterio - Junio 2002)

"... ninguna altura espiritual, ningún proyecto de grandes esperanzas puede hacerse real si no se construye y se sostiene desde abajo: desde el abajamiento de los propios intereses, desde el abajamiento al trabajo paciente y cotidiano que aniquila toda soberbia ... lo mejor es dejar que el Zaqueo que hay dentro de cada uno de nosotros se deje mirar por el Señor y acepte la invitación a bajar ... este llamado del Evangelio es memoria y camino de esperanza ... ahora o nunca, busquemos la refundación de nuestro vinculo social, como tantas veces lo reclamamos con toda la sociedad y, como este publicano arrepentido y feliz, demos rienda suelta a nuestra grandeza: la grandeza de dar y de darnos ... hay que dar lugar al tiempo y a la constancia organizativa creadora, apelar menos al reclamo, estéril, a las ilusiones y promesas, y dedicarnos a la acción firme y perseverante "

(de la Homilía pronunciada por el cardenal Jorge Mario Bergoglio en el Te Deum del 25 de mayo de 2002 - revista Criterio - Junio 2002 )

Las exigencias de la hora

La situación por la que atraviesa nuestro país es particularmente difícil y compleja. El deterioro moral, político, económico y social es tan grave y profundo que aun poniendo en aplicación un plan que tuviera consenso y sustento político, sus efectos no serian inmediatos. Las buenas y sensatas ideas están dispersas o les falta sustento político, y existe un serio y fundado cuestionamiento sobre los principales dirigentes. Y no se ve claramente a través de las encuestas que se proyecte claramente ningún dirigente con idoneidad técnica y moral para las próximas elecciones. El gobierno actual no ha generado todavía un proyecto coherente que haya podido concitar adhesiones en calidad y cantidad como para despertar la esperanza de poder avanzar ordenadamente y en paz hacia un futuro de unión de los argentinos. Ante tal situación, cabe esperar en los próximos meses por lo menos el mismo desorden y confusión que los que reinan actualmente. No todos los católicos pensamos igual en todo, ni participamos en las mismas agrupaciones políticas.

Por esta razón me parece indispensable proponer dos aspectos esenciales que cualquier gobierno tendrá que acometer, mas allá de los discursos y mas allá de todas las reformas y acciones necesarias para mejorar la situación de nuestro país: la moneda -como instrumento necesario- y la lucha contra la exclusión y la pobreza como fin de la acción.

No hay país que tenga o que pretenda un mínimo de estabilidad que no tenga moneda. Un país de mas de treinta millones de personas sin moneda no puede hacer un presupuesto y sin presupuesto no puede haber justicia, libertad y el mínimo orden económico. Desde Aristóteles, una moneda es unidad de cuenta para poder medir el valor de los bienes, instrumento de transacción universalmente aceptado y reserva de valor en si misma. Por lo tanto resulta prioritario para nuestro país disponer de una moneda que permita cumplir esas tres funciones. La moneda no sirve solo para las grandes empresas o los bancos. Principalmente los pobres y quienes administran el dinero para la asistencia social necesitan que mantenga su valor, que sea aceptado, que pueda circular sin descuentos y que pueda medir los bienes a adquirir. Por eso debe ser un objetivo prioritario de cualquier gobierno el que dispongamos de una moneda en su triple y aristotélica acepción. Disponer de una moneda falsa ha sido, es y será una fuente de inestabilidad, de corrupción, y de transferencia de ingresos en nuestro país.

Para luchar contra la exclusión y contra la pobreza el Estado debe fomentar la producción de riqueza y favorecer la distribución -tanto la voluntaria como es la que se hace por solidaridad, como la que se realiza utilizando el dinero del estado- de un modo eficiente y honesto. Si se pone el acento solo en la generación de riqueza, no esta escrito que la solidaridad supla todas las necesidades, y si se pone el acento solo en la distribución, se espanta a la inversión nacional y externa. Esto incluye a la pequeña y mediana empresa y al comercio, principales generadores de empleo. De acuerdo a los datos que se conocen, la distribución en nuestro país es cara y corrupta. Agregado esto a la evasión crónica impositiva de muchas grandes, medianas y pequeñas empresas, se genera la falta de fondos, la inequidad impositiva y la imposibilidad para el Estado de cumplir su rol.

Estos dos grandes temas - no únicos ni excluyentes - pero si de una importancia vital hacen muy difícil e ingrato el ejercicio de un poder que quiera ser justo, equitativo y solidario. Además de requerir personas experimentadas, capacitadas, idóneas, honestas y responsables, tendremos que tener una visión de futuro y "dar lugar al tiempo y a la constancia organizativa creadora, apelar menos al reclamo, estéril, a las ilusiones y promesas, y dedicarnos a la acción firme y perseverante " como nos dijera nuestro Cardenal.

Por lo tanto, y ante la existencia de múltiples iniciativas e incentivos que manifiestan la diversidad de enfoques y la complejidad y riqueza del ser humano, resulta indispensable - sea cual fuere el partido, la agrupación o el movimiento en que se milite - disponer de algunos principios que constituyen aspectos permanentes de nuestra identidad, y que conviene nos sirvan de guía para transitar el camino ancho pero que igual tiene los limites que nos dan la forma como país.

10 principios para la acción política del católico

1 - La acción política del católico debe estar orientada por la preeminencia de principios éticos y morales compatibles con la Fe. En el lugar en donde esté, debe haber compatibilidad con la Fe tanto en las ideas, como en la acción de los partidos o movimientos y en el interior de las personas que los lideran. Solo con las ideas adecuadas, con asociaciones políticas fuertes y eficaces y con personas honestas que trabajen por el bien común, se podrá solucionar los males que aquejan a nuestro país.

2 - Una elemental vida civilizada surgirá de una sociedad sin corrupción. La corrupción se da tanto en el campo de las ideas, como en las acciones de grupos humanos y de individuos.

3 - Los objetivos señalados en el preámbulo de la Constitución legada por nuestros padres fundadores tienen plena vigencia y su espíritu sigue sintetizando los fines del poder. Estos constituyen el marco de referencia y la guía de la actividad política: constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad.

4 - El sistema político representativo, republicano y federal forma parte de nuestra organización política:

- Respecto de la representación y la representatividad, es necesario mejorar los sistemas de representación para que puedan acceder los ciudadanos honestos e idóneos y para que se consolide un genuino sistema democrático en el que el pueblo gobierna a través de sus representantes, elegidos en elecciones libres.

- También debemos fortalecer los principios republicanos nuestro país como una comunidad de ciudadanos libres. Esto incluye y requiere la división de poderes; un sistema jurídico que garantice la realización de la justicia y la preservación de los derechos; y fuerzas armadas y de seguridad que le permitan mantener la paz y la seguridad y organizar la defensa en torno a los objetivos manifestados en la Constitución.

- Respecto del sistema federal entendemos necesario reforzar el rol de las provincias, de las regiones, descentralizando funciones y presupuesto, y poniendo énfasis en un Gobierno Nacional que consolide a la Nación Argentina como una unidad de destino en la que las Provincias se integran en un todo, La Nación, que integra al país y que tiene un fin superior al de sus componentes. Por otra parte, es la única manera de ocupar un lugar el mundo como Nación y no como un conglomerado.

5 - La actividad política y administrativa del estado debe ser eficiente y su costo el menor posible. Para ello es esencial que este disminuya y se aumente la efectividad del aparato estatal, en todas las estructuras ejecutivas, legislativas y judiciales, nacionales, provinciales y municipales, mediante el análisis de su justificación, el mejoramiento de la eficiencia y la lucha contra la corrupción.

6 - Hoy son prioritarios en forma coincidente y simultanea el desarrollo económico y la lucha contra la pobreza y la exclusión. La mejor manera de combatir a la pobreza es favorecer la creación y la distribución de la riqueza en un marco que favorezca la libertad de comercio como medio para incentivar una sana competencia. El Estado debe posibilitar que esta creación y distribución sea efectiva. En este sentido debe incentivarse la creación de la riqueza a partir de la actividad privada en todos los niveles de la actividad económica y no solo en el de los grandes grupos económicos. Las pequeñas y medianas empresas y el comercio son los mayores generadores de trabajo. Todos los ciudadanos que pueden producir riqueza aun desde el lugar mas insignificante, deben estar incentivados a ello para poder así ser dueños de su destino temporal. La necesaria asistencia estatal, y la solidaridad social deben cubrir solamente lo que los ciudadanos no pueden hacer por si mismos.

7 - La lucha contra la pobreza y contra la exclusión no debe estar basada exclusivamente en el asistencialismo sino en la generación de un clima y de un marco de referencia que estimule el trabajo productivo y eficiente. De este modo, la asistencia a los pobres se debe ir concentrando en aquellos que por razones de imposible control o modificación, no pueden abastecer sus necesidades. Pero con igual o superior intensidad, debe trabajarse en aumentar la cantidad de población económicamente prospera e independiente, y en consecuencia libre y responsable. La inclusión debe hacerse para que los excluidos pasen a estar incluidos, y la acción política debe tener por fin el disminuir la asistencia masiva y permanente para que quede circunscripta a aquellos que no pueden incluirse en las actividades productivas por falencias insalvables.

8 - La educación tanto en sus contenidos como en las formas modernas de su ejecución, deben permitir el doble aspecto de preparación para el trabajo humano y para la búsqueda de la perfección intelectual y moral. Para esto debe buscarse un sano equilibrio y complementación de la educación privada y la estatal. La salud debe reestructurarse mediante la adecuada complementación de hospitales públicos, obras sociales, sindicales y empresas de medicina prepaga. La política de salud debe considerar a la persona humana desde el momento de la concepción. Como católicos, debemos luchar por la realización de políticas compatibles con la doctrina que profesamos.

9 - En lo internacional el país debe luchar por su independencia y fortaleza política y económica, pero no dejar de estar integrados al mundo para poder estar 'conectados' en orden a la libertad de circulación de personas y bienes, en nuestras comunicaciones, y también estar actualizados tecnológicamente y poder aprovechar las oportunidades que brinda el comercio. En cuanto a la llamada globalización, y como dijera el arzobispo Diarmuid Martin durante su intervención en la 90ª Conferencia Internacional del Trabajo, celebrada en Ginebra del 3 al 20 de junio de 2002, se deben «identificar qué elementos conducen a una integración socialmente favorable en el proceso de globalización y cuáles promueven la marginación», «La transformación satisfactoria del proceso de globalización requiere políticas que impulsen una inclusión y una integración mayor y menos fragmentación».

10 - La paz interior en un marco de justicia y de perdón es un bien que es necesario mantener para la reconstrucción nacional. Sobre el amor se construye y sobre el odio se divide. "No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón: esto es lo que quiero recordar a cuantos tienen en sus manos el destino de las comunidades humanas, para que se dejen guiar siempre en sus graves y difíciles decisiones por la luz del verdadero bien del hombre, en la perspectiva del bien común." (del mensaje de Su Santidad Juan Pablo II para la Celebración de la Jornada Mundial de la Paz el 8 de diciembre de 2001)


Se puede contactar al autor en la siguiente dirección de Internet:
pablolopezherrera@yahoo.com.ar

sábado, octubre 21, 2006

Arlington bonaerensis, o “el día de la lealtad…”

Arlington bonaerensis, o “el día de la lealtad…”

Por Pablo López Herrera (*)

Las fuerzas de choque en acción

Hubiera podido divagar acerca del 17 de octubre partiendo de algunas similitudes entre los prolijos céspedes de San Vicente y Arlington, como lugares de descanso de Perón y Kennedy, y desarrollar un paralelo shackespeariano entre los dos, con tanto claro-oscuro de ambos personajes.

Los acontecimientos de público conocimiento me obligan a cambiar el rumbo de mis reflexiones, para concentrarme en el creciente uso de la violencia privada al servicio del poder. Más allá de la africanización cada vez mas clara de la política argentina, conviene retroceder unos días para una mejor perspectiva.

Al presidente no le gustaba el traslado de los restos en la forma en que se dio, pero tampoco quería quedarse afuera de un acto popular de por sí mediático.

Conviene recordar que en el acto del 25 de mayo de este año se veían en un palco lateral, adustas caras sindicales con ansias de primeros planos, mientras el presidente con sus madres y abuelas se exhibían en el palco principal. La operación política del traslado de los restos del “General” tenía entonces características reivindicatorias y emotivas para los muchachos.

Pero toda acción de los protagonistas de este 17 de octubre debía considerarse como un juego de billar a ocho bandas...

Kirchner y Moyano en una relación particular. El presidente necesita el poder de camionero para mantener los sueldos en un nivel que no le haga disparar la espiral inflacionaria. Pero que en su interior ha de soñar con un “¡Vete...! ¡No me sigas, ni me llames, ni me beses ni me llores, ni me quieras más!”.

Kirchner y Solá en una superposición de responsabilidades por la tranquilidad pública y de intereses en la próxima elección bonaerense. Y en un segundo plano Aníbal Fernández en las gateras, y con responsabilidades como ministro del interior... ¿cómo se explica que Solá no se haya ocupado pro activamente en la seguridad de un acto de la magnitud que tuvo en su propio territorio?.

Kirchner y Lavagna. Aunque éste último no tuvo nada que ver con el acto, como está rodeado de seguidores de Duhalde y avanza como alternativa, muchos lo ven manipulado en las sombras por el ex bañero presidente. Dicho sea de paso, Duhalde aprovechó la parte del acto que se desarrolló en la CGT para hacer acto de presencia.

Los sindicalistas, por su parte, buscan desde hace tiempo que el brazo sindical pase a la primera línea, y que la reivindicación por la redistribución del ingreso sea una bandera sindical y no del gobierno. El 17 de octubre era desde hace años tema de conversación como símbolo peronista en los corrillos sindicales y una jornada exitosa hubiera significado mucho para los muchachos.

Kirchner hizo una jugada acorde a sus intereses: “Muchachos, la guardia para los restos y para la columna, lo demás es todo de ustedes. Si todo está bajo control, me tomo el helicóptero y salgo en la foto. Si hay líos, me borro y quedan ustedes como resabios del aluvión zoológico, como el compañero Duhalde. Y Solá es grandecito...”

Poco importa si el desorden fue previsto de antemano, o fue el vino -y algo más- lo que enardeció los ánimos mientras avanzaba el día.

“Nadie fue”...

Terminado el jaleo, el excelente libro de Juan Bautista “Tata” Yofre podría haber agregado un capítulo entero con todo lo que pasó a continuación. Todos se abalanzaron a defender sus intereses de caciques en un país que tiene forma de república y democracia, y fondo de luchas tribales y a despegarse de presuntas autorías.

Apurado, Daer afirmó: "Creo que hay que hacer un debate interno y, como resultado de ese debate, tiene que emerger una figura que realmente represente al conjunto del movimiento obrero argentino.”

Kirchner, quizás afectado por el “ni yanquis ni marxistas, peronistas” intento explicar: “Que las cosas que suceden, no suceden de casualidad. Hay que apuntar contra Kirchner para frenar el cambio. Pero no importa que nos sigan atacando o descalificando". El boletín oficial Pravda 12 corroboró el efecto del cantito afirmando que: “eso no se lo cantaron a Moyano, se lo cantaron a Kirchner”.

Señaló el “presidente-peronista-para-la-victoria-siempre”, que había que buscar a “grupos que actúan en las sombras” y reclamó ayuda ... “Yo los necesito a ustedes porque solo no puedo, y está visto con lo que pasó ayer que solo no puedo”. Un guiño para una “democracia directa” que da para todo.

Menos creíble después de los sucesos del Hospital Francés, afirmó Kirchner que en la Argentina actual "no hay lugar para los violentos". Quizás debió decir “para otros violentos que los nuestros”, como su lugarteniente Luis D’Elía, subsecretario de Tierras y Hábitat y asaltante de comisaría, que afinó la puntería y dijo lo aquello que el presidente no podía: “Una vez más el matrimonio Duhalde elige el camino de la violencia para resolver lo que no puede resolver con la política, como hizo en el 2001 con los saqueos y en el 2002 con Kosteki y Santillán.”

Julio Piumato, haciendo gala de sus dotes de investigador, fue más allá: “Son los mismos sectores que bombardearon la Plaza de Mayo en 1955. Son los mismos a los que les molestaba que Perón estuviera vivo y ahora no quieren que Kirchner sea reelecto. Había infiltrados, con la cara tapada, que se aprovisionaron de piedras en mochilas. Es un plan del que no sería ajeno la Embajada de Estados Unidos.”

Y para completar la versión oficial, otro próximo a Kirchner, el diputado Carlos Kunkel, completó: “Duhalde y su esposa han vuelto a tener protagonismo. Con esto vuelve la metodología que creíamos superada en Argentina. Evidentemente los sectores que se enfrentaron pertenecen a su orientación.”

Aníbal Fernández, atendiendo su juego, afirmó que la seguridad del acto “correspondía al gobierno provincial” y apoyando al presidente mencionó al “duhaldismo residual”... Y Solá, entre la espada y la pared alcanzó a declamar que: “va a ser necesario optar... ser la Argentina republicana o la Argentina patotera”, sin aclarar de que lado el mismo se va a poner, para caer siempre bien parado.

Moyano –viejo zorro- no se quiso quedar solo y aclaró primero: “El Presidente comparte lo que yo dije, que acá hubo una maniobra preparada para perjudicarnos a todos”... Luego afirmó su intención de no despegarse del poder: “No somos ni chupa medias ni alcahuetes ni obsecuentes. Sencillamente respaldamos al Presidente porque se están haciendo las cosas bien” (“che papusa, oí” ...). Y “papusa” respondió con una declaración de un ministro a un matutino: "yo no escuché a nadie acá hablar mal de Moyano en ningún momento en las últimas 48 horas".

La pitonisa Carrió hizo una buena síntesis: “Hay que terminar con esta parodia de los setenta kirchneristas, y con las plazas de enfrentamientos, que nos condujeron a un hecho tan grave como la desaparición de López. Kirchner genera una violencia incontrolada. Hay una crisis de poder y un poder cebado, protagonizado por un presidente que ha tomado el modelo político de división venezolano, y que produce fuerzas de choque.”

La frutilla de la torta en estos días de impunidad signados por una violencia creciente, la puso un juez que –pasando por encima del derecho de admisión- otorgó lugar en la platea a un dirigente de la barra brava de Boca “con custodia policial”, condenado el año pasado por "coacción agravada por el uso de armas", según Tribunal en lo Criminal N° 6. Eso si, el fallo fue apelado, y condena apelada parece que no es condena... Así estamos, y así vamos.

(*)
www.pablolopezherrera.blogspot.com


miércoles, octubre 18, 2006

Muerda Moreno, muerda...

Muerda Moreno, muerda...

Por Pablo López Herrera (*)

Y la libertad de comercio, bien gracias.


"Moreno es más bueno que Lassie. A veces, yo creo que hasta tendría que morder un poquito más", dijo como al pasar el presidente a un matutino el 21 de mayo de 2006.

Y el obediente "Lassie" mordió… Y "Kirchnerlandia" podrá –quizás- exhibir índices oficiales de precios que contribuirán a la reelección del oficialismo, y conseguir que los votantes valoren positivamente la extensión del "acuerdo" de precios "convenida" con las principales cadenas de supermercados hasta fines del año que viene. Además, no se le escaparán los pedales de la economía.

En los hechos, esta "mordida" será simplemente una de las tantas formas en las que contribuye la sociedad que trabaja, que produce y que comercia para mantener el yugo en su lugar. El reconocimiento de los empresarios a esta política, parece una manifestación de una nueva variedad del síndrome de Estocolmo, por el cual la víctima termina queriendo a su verdugo.

Claro es, sin embargo, que se trata de un acuerdo para la foto. Bien lo sabe quién recorre las góndolas buscando afanosa y acaso infructuosamente los precios de los índices oficiales, que en el mejor de los casos constituyen una ínfima parte de las compras.

Mientras tanto, los medios exhiben profusamente las públicas demostraciones de los dirigentes empresarios de adhesión al control de costos, que no de precios en el decir del diligente "Lassie" que además de morder habla, y exhiben menos profusamente el sistema de presentaciones de listados de proveedores y precios "a presión" que habría inaugurado el diligente Coto en su primera visita al mismo presidente luego que este lo reprendiera públicamente por hacer una estimación de la inflación en el simposio de IDEA.

El precio del gasoil es más difícil de controlar. Y aunque aquí tenga en reserva el presidente al caniche D'Elia como dócil mastín, los secretarios Moreno y Miceli van marcando la cancha: las empresas "están obligadas a suministrar y abastecer al mercado con la totalidad del combustible que el mercado demande".

Bien conoce en estos días el precio real del gasoil, quien lo necesita para las tareas rurales. Aquí los proveedores son menos. Y se trata de compensarlos con una mezcla de exención impositiva a la indispensable importación de gas oil, mientras se los castiga con retenciones del 45 % a las exportaciones de petróleo crudo y se los premia con retenciones del 5 % a la exportación de naftas. Un galimatías solo comprensible para especialistas, con el único objetivo de demostrar que "hay una economía alternativa posible" a "las recetas del FMI".

Mientras tanto, el espíritu de Newton sonríe esperando a ver como cae la manzana...


Las leyes de la economía nos enseñan desde los orígenes que no se puede fijar simultáneamente el precio y la cantidad de los bienes comercializados. Si se fija un precio bajo, los productos escasearán. Si se limita la cantidad, los precios subirán. Por más que el presidente declare que "no me van a hacer doblar las rodillas". Si ni Perón ni Alfonsín pudieron resistir a la fuerza de la gravedad, menos lo podrá hacer Kirchner. No es un problema de quien es el más duro…

Perón lo fue en su momento. El 1 de mayo de 1952 en un famoso discurso llamado "la hora de los pueblos" dijo textualmente: "aumentan los precios y se hacen los angelitos. Organizan la falta de carne y dicen que ellos no tienen la culpa. Al contrario, por ahí, en un diario, sacan un artículo diciendo que ellos, en apoyo del Gobierno, quieren que venga la carne, pero la carne no viene. Todo esto nos está demostrando que se trata de una guerra psicológica organizada y dirigida desde el exterior, con agentes en lo interno. Hay que buscar a esos agentes, que se pueden encontrar si uno está atento, y donde se los encuentre, colgarlos en un árbol." Pero, finalmente, tampoco pudo vencer la ley de la gravedad… y la carne vino a "precios de mercado" mientras hubo carne.
Otros si digo. Bajo la dictadura comunista en la Unión Soviética, había una especie de refrán en la administración pública que rezaba así: "ustedes hacen como que nos pagan, nosotros hacemos como que trabajamos". Una manera de expresar que los derechos y las obligaciones, para ser exigibles, deben ser cumplidos por todos en un marco de justicia y equilibrio. O dejan de ser exigibles. Esto está pasando en nuestro país, y constituye el camino directo a la anarquía y a la servidumbre.

(*) Miembro del Consejo Consultivo de Atlas-1853

domingo, octubre 08, 2006

Amnistia, por Facundo Zuviria, 1854

AMNISTIA

SU IMPORTANCIA Y NECESIDAD

POR

FACUNDO ZUVIRIAPARANA, JULIO DE 1854


Próximas a instalarse las primeras cámaras legislativas que la Confederación Argentina va a registrar en sus Anales en prueba de hallarse constituida y en pleno goce de la paz y orden constitucional que tanto han anhelado los pueblos; se dudaría de la verdad de tan consonante situación, si en el frontispicio de la nueva era que abre tan próspero acontecimiento, no se viese incrustada una palabra, que sola ella compendia las de constitución, paz, orden, unión, fraternidad, olvido de lo pasado, progreso social, fe viva en el progreso de la Patria. Una palabra que sola ella importa la realización y sello del gran Programa de Mayo de 810, de Mayo de 851: que ella sola y no otra inmortalizará la gloria de Caseros de que es su fruto, único capaz de indemnizar los sacrificios que se hicieron para conquistarla. Única palabra en fin, que hallara eco en el corazón lacerado de todos los Argentinos, de todos los hombres ilustrados y sensibles del mundo, sean cuales fueren, su Patria, sus creencias religiosas o sus opiniones.

Esa palabra tan simbólica en sus conceptos, como mágica en sus efectos, es la de Amnistía, comprensiva de mil felices ideas y generosos sentimientos: la única que acredita el imperio de la ley y no el de las pasiones, el de la opinión y no el de la fuerza; el estado de seguridad y orden en que se halla un Gobierno, y no el de oscilación, temor y duda sobre su propia existencia.

Esa palabra y no las de triunfo, victorias, fuerza o terror, es la única y verdadera solución del sangriento problema de las conmociones políticas, y de las guerras civiles; porque solo ella cierra la puerta a nuevas guerras, a nuevos peligros, a nuevos temores: solo ella tiene el poder de cambiar el odio en amor, el temor en confianza, las turbaciones civiles en apacible concordia; y cuando por la acritud de las pasiones individuales no produjese de pronto tan feliz cambio, prepara al menos los espíritus para obtenerlo con facilidad.

La amnistía aunque emanada del poder y de la fuerza a favor de la debilidad y la desgracia, no importa un perdón, un indulto que suponiendo en los amnistiados un crimen que ellos no reconocen, los humille y los abata; tampoco importa una gracia que no borra la criminalidad del hecho, ni la mancha de la condenación; que carece de poder retroactivo y solo evita el mal de la futura pena: que solo es a favor de la persona y no del delito, que permanece con toda su fealdad después de agraciado el delincuente.

No; la amnistía no es un perdón, un indulto ni una gracia; ni es en solo bien de unos individuos con independencia de la Sociedad. Es un acto que cubre con el velo de un eterno olvido los crímenes, los delitos, y los errores políticos de una masa de ciudadanos sean criminales, o equivocados en sus cálculos, de cuya clasificación se excusa la amnistía desde que no permite a los tribunales persecución alguna; que destruye el juicio, si es iniciado; queda en fin hasta abolida la inculpación, sea antes o después de aquel. Al contrario, la amnistía se remonta al hecho mismo que ha servido de objeto a la inculpación, y borrando sus efectos y consecuencias, destruye con el olvido toda criminalidad real o supuesta. Si no fuera así y subsistiera alguna penalidad, en vez de amnistía seria conmutación de pena, lo que es contrario a la esencia misma de la amnistía. De aquí resulta que la amnistía sobre el hecho político principal, comprende los hechos o delitos accesorios cuya criminalidad destruye; que aprovechando a los autores principales, aprovecha y comprende a los cómplices; a diferencia de la gracia o del indulto que se limita al delito y persona en cuyo favor se otorga.

Algo más; ante los ojos de la ley, el amnistiado es tan puro e inocente como si jamás hubiera delinquido; razón por la que, cuando la amnistía es concedida sin condiciones como debe ser para que sea provechosa, excluye hasta la intervención pública de la policía y no reconoce categorías entre los amnistiados, como no las hay entre los inocentes. Esto es amnistía, a diferencia de la gracia, perdón o indulto siempre sujetos a condiciones y restricciones sobre el delito y los delincuentes.

En sentido jurídico, tampoco la amnistía es un acto de pura generosidad o humanidad, sino una medida de alta política, superior e independiente de la justicia ordinaria y de las leyes comunes; porque a manera de tratado publico es demandada por el interés de la Sociedad y no de una fracción de ella. Pero; no es mi ánimo elevar a tanta altura el valor de la amnistía, ni excluir de su confección, la generosidad, la humanidad ni otras consolantes virtudes que den a los Pueblos, a los Gobiernos, y a los individuos, los mismos felices resultados. Si el verdadero secreto de la política está en sentir cada uno las injusticias cometidas con otros y el de la moral, en esa simpatía misteriosa que hace sentir a uno el dolor que sufren los demás; poco importa que la política o la moral sea anterior al bien que se apetece: lo que importa es, que el bien sea hecho; que se alivie la desgracia, que termine el infortunio.

La amnistía, antes que gracia indulto o perdón, es un tratado honroso entre dos partidos beligerantes, que aun cuando sea entre el vencedor y el vencido, el poderoso y el débil, el feliz y el desgraciado, no pierde su calidad de tal, porque envuelve el concepto de la común utilidad, del común interés entre el que la concede y (el que) la acepta.

Cuando no fuere así, “la clemencia ha dicho Montesquieu, es seguida de tanto amor y tanta gloria, que casi siempre es una felicidad para los que mandan, tener ocasión de ejercerla.” Si esto es cierto, de la clemencia que solo se ejerce con pocos individuos reconocidos y declarados delincuentes por la ley, ¿qué no podrá decirse de la amnistía que se dirige a una masa de ciudadanos de todas clases, edades, sexos y condiciones, a quienes no se ha juzgado? ¿De cuánta gloria no será para un Gobierno poder remediar con una sola palabra todas las injusticias que envuelve una revolución o una proscripción en masa?

Si a todo gobierno le conviene entrar con fama de clemente, esta conveniencia pasa a deber en los Gobiernos populares y representativos, y mucho mas en los que naciendo del seno de las tempestades han debido conocer por propia experiencia, que quizá nunca han marchado por su voluntad sino a merced de las olas, que a unos ha conducido a una amena playa, a otros ha estrellado en las rocas y a muchos ha sepultado en los abismos; pero a todos, los ha llevado donde no han pensado ni quizá querido ir. Esta sola idea debiera hacer mas humanos a los mas felices, mas tolerantes e indulgentes con los que se embarcaron en el mismo buque, aun cuando en alta mar la tempestad los haya separado y repartidoles distinta suerte: Por que ¿quién es aquel tan vano que puede decir, que en revolución se ha marchado por donde se ha querido y no por donde lo han llevado los acontecimientos movidos por causas extrañas a su voluntad y aun ajenas de su conocimiento y previsión? ¿Quién, el que ha sabido ni podido detenerse en el punto que marcó al principio de su carrera?

Si pues esto es así, y de ello hay una convicción general, esta debiera bastar para hacer mas generosos y humanos a los partidos victoriosos: para disculpar a los vencidos que en las guerras civiles solo tienen un delito, “el de haber perdido: ” delito con el que habrían sido oprimidos los vencedores sin el auxilio de la fortuna o de la fuerza independiente de la justicia o injusticia de una causa, por mas que a estas se quiera siempre atribuir el éxito de las guerras civiles: Omnia prona victoribus, atque cademvietis adversa, decía Tácito en Agrícola. Dominado de estas ideas y de las que emitiré en el curso de este ligero escrito, y sobre todo, conducido por el honor del Gobierno, por el interés de los Pueblos, por la gloria de las cámaras legislativas, por el consuelo y alivio de los desgraciados, por la consolidación y orden publico en la Confederación Argentina; me he resuelto a anticipar mis ideas sobre la necesidad, y conveniencia de que las cámaras legislativas abran sus Augustas sesiones con una ley de amnistía que honre su legislación, que revele su popularidad, y acredite a los Pueblos, que su garantía, la del Gobierno Constitucional y la de la misma Constitución, mas está en el poder de la ley y de la publica opinión, que en el de la fuerza ni el de las bayonetas que falsean aquellos elementos sociales. Una ley de amnistía, leal, sincera, noble, generosa, completa, y sin otras condiciones que las de la ley común, para que en vez de amnistía no sea la copa de Tasso, ni parezca una conmutación de pena que destruya su objeto y favorables efectos – una ley en fin, que sirva de aguas de Leteo sobre todos los errores políticos, y no deje de ellos otro recuerdo que el necesario a evitar el retorno de los males que haya curado.

Antes de entrar en materia, no desconozco que las pasiones de muchos no hallaran tan justa, necesaria ni oportuna la ley que indico. Sobre esta precedente convicción, paso a ocuparme de justificarla aun ante esos hombres apasionados que creen honrar sus odios, sus temores y sus venganzas con los sagrados nombres de interés de la Patria, Orden publico y Seguridad del Estado. A esos hombres que con máximas inhumanas quieren reemplazar su falta de luces y de recursos generosos, es que a quienes con especialidad me dirijo en el presente escrito. Me felicitaré, si logro convencerlos: si no lo consigo porque sus pasiones sean mas elocuentes que los intereses de la justicia y de la humanidad- ilustraré al menos al pueblo, que seducido muchas veces por las sugestiones e intereses de otros, aplaude o se muestra indiferente a la persecución y desgracia de hombres que no conoce; al castigo de acciones que no es capaz de valorar, o que quizá ni se ha ocupado de examinar con la lente de la ley y menos con la de la moral y filosofía.

Si es cierto que al solo nombré de Amnistía se dilata el corazón de todo hombre virtuoso y sensible; también lo es que se irrita el de esos seres desgraciados que viven y se alimentan de los males ajenos; que atizan los enconos y se llaman los vengadores de la cosa pública, cuando en verdad no son sino los herederos de los sangrientos despojos que dejan tras de si la discordia y guerra civil. Pero ni los hombres virtuosos y menos los Gobiernos justos y fuertes con el poder de la ley y de la opinión, pueden escuchar otros consejos que los de la misma justicia, los de la misma ley y los de la generosidad inherente al poder y al valor.

Si alguna vez el interés de la Patria demanda medidas vigorosas contra los que obstan a su seguridad, y a la consolidación de nacientes instituciones; esas medidas llevan el carácter de injustas y crueles desde que la estabilidad del orden publico no solo haga innecesaria su continuación, sino que reclame su cese como la mayor prueba de que ese orden publico esta afianzado en la opinión y en la ley y no podrá ser conmovido por los intereses de una decena o centena de desgraciados, que si alguna vez pudieron dañar a la causa pública quizá no fue por que su influencia alcance a tanto, sino por que auxiliados de circunstancias que ellos no crearon, ellas los arrastraron a hechos que quizá detestaban en su corazón. Cambiadas tales circunstancias y afianzado el orden al amparo de la ley, de las instituciones y de la publica opinión, ni ellos pensarán en alterarlo, ni podrán hacerlo privados de aquel auxiliar.

También es probable que su voluntad no los conduzca a donde antes los arrastraron acontecimientos en cuya confección no tuvieron parte alguna; porque es preciso convenir en que los delitos políticos rara vez o nunca son el resultado de la corrupción de pocos individuos, sino de la corrupción del tiempo y de la Sociedad, de las ideas dominantes, de los falsos principios, cuyo origen quizá se remonta a la generación que ya pasó como las úlceras de un niño inocente son los retoños de un padre culpable. Quizá también son el resultado de la ignorancia general y de sucesos antiguos que prepararon los nuevos y en que los envolvió el torbellino de la revolución.

Los delitos políticos a diferencia de los civiles e individuales, rara vez nacen de propio movimiento de un moderno escritor; los estímulos casi siempre son excéntricos al individuo que los comete: son las consecuencias de las dudas e incertidumbres que traen las épocas de transición política; son a manera de aquellos males que afectan a muchos individuos en el cambio de las estaciones o en el tránsito de una edad a otra.

Y a fe que tiene mucha razón; pues que si nos propusiésemos examinar la causa de esos delitos políticos, antes que hallarla en la corrupción del corazón o en la perversidad de la voluntad, nos convenceríamos que la mayor parte de esos reputados delincuentes, o no los son porque todavía nadie ha definido ni clasificado bien los delitos políticos, o fueron arrastrados a ellos por equivocaciones de cálculo, por errores de opinión, por un torrente al parecer Nacional, por ignorancia de los hechos; por imprevisión de sus consecuencias, por debilidad de carácter, por excesiva condescendencia, y gratitud a un bienhechor, por extrema necesidad cuya voz es mas imperiosa que la de un trueno, y no pocas veces por respeto a vínculos de familia a que no es fácil resistir.

Si examinamos con mas filosofía y humanidad el origen de esos delitos reales o supuestos, descubriríamos, que muchas veces los hombres son arrastrados a ellos por una palabra indiscreta o equívoca, por un ligero compromiso del que ya cuesta retroceder, por una imprudente ofensa al amor propio, por una relación sospechosa aunque inocente, o por esa imperceptible cadena de desgracias sucesivas y enlazadas que por medios desconocidos a nuestra débil razón sepultan muchas veces al mas virtuoso en un abismo de infortunios.

Si pues fuera grave delito ceder al impulso de tantas circunstancias, de motivos tan poderosos y de acontecimientos tan extraños ¿qué pocos quedarían inocentes en épocas de revolución en que son tan raros los que mas o menos no hayan sido victimas del vértigo general? ¿Cuántas veces una calumnia, una sospecha, un desaire real o supuesto, un descuido o una ligera desconfianza, bastan para convertir en enemigo de un Gobierno o de una causa al mas comprometido en su favor y sostén? ¿Cuántas veces la exclusión o reserva de un circulo político hacia uno o muchos individuos los arrastra a asociarse al partido o circulo contrario que los busca y los acoge? Con razón ha dicho Thiers “que en revolución los hombres acaban por aceptar la opinión que se les atribuye.” De aquí, el principio de compromisos y aun crímenes a los que los precipita una causa sencilla que los coloco en la pendiente del mal o de la causa que había de ser desgraciada por la caída o la derrota, quizá sin otro crimen que el Vae victis, ¡ay de los vencidos!

No desconozco, que nada de lo dicho obsta a que en seguridad de la Patria o de un orden ya establecido, se reprima y castigue a los perturbadores del orden político, porque la Sociedad en sus juicios no puede sondear las intenciones de los que la dañan, sino evitar el mal por los medios a los que la autoriza su propia conservación. Justo es pues que se castigue o aleje de una sociedad a los que la dañen. Pero también lo es, que cesando el peligro, cesen las medidas que dictó, porque la sola continuación de estas, importaría la de una gran parte de los males que se pretende evitar. Si el castigo es justo cuando aprovecha al individuo o a la Sociedad, Deja de serlo, cuando en vez de provecho causa mal, y lo causa, en el acto que deja de ser necesario.

Sancionada y aceptada la constitución de la Republica, instalado el gobierno que ella ha criado, obedecido y respetado por todas las Provincias de la Confederación; parece que nada hay que temer de los que en otras circunstancias y al abrigo de ellas pudieran atacar su existencia o promover alteraciones políticas de que ellos mismos han sido la primera víctima.

Si pues, nada hay que temer, la amnistía es una ley de justicia reclamada por el honor e interés de la misma Sociedad. Toda pena solo es justificada por la necesidad, y la proscripción no es necesaria desde que a las conmociones políticas, haya sucedido el imperio de la ley en reemplazo del inconstante de las circunstancias. “Constitución, régimen constitucional, gobierno constitucional, imperio de la ley,” y a su lado prescripciones en masa, destierros y confiscaciones sin juicio, son un contra sentido, un sarcasmo en política, y en legislación carecen de nombre, si no es el de profanación de los primeros.

Las proscripciones, los destierros, las confiscaciones, no son sino monumentos de los desórdenes pasados, horribles recuerdos de catástrofes anteriores; lavas y piedras calcinadas que recuerdan con horror el volcán que las vomitó. – Producto de causas puramente políticas y de circunstancias transitorias, nunca pueden estimarse si no como medidas de transición. – Desde que no tengan otro carácter que el de tales, deben terminar con aquellas, pena de anular todo el valor de las palabras. “Constitución, Régimen Constitucional, Poderes Constituidos,” y demás armazón de un sistema representativo.

La continuación de toda medida, indica la de la causa que la dictó, y en el orden político; este es un mal que debe evitarse sino se quiere confesar la continuación de las causas que lo produjeron. Todo se evita por una ley de amnistía. “Cuando la pena, dice Benthan, causa mas mal que bien como sucede después de las sediciones, conspiraciones y desordenes públicos, el poder de perdonar no solo es útil sino necesario y reclamado por el interés de la misma Sociedad.”

Si pues, la paz interior de la Confederación se halla asegurada y el régimen constitucional establecido como lo acredita la próxima reunión de las Cámaras Legislativas; una ley de amnistía no puede ser retardada sin grave injusticia, sin detrimento de la causa publica y sin mengua de un gobierno fuerte por la ley y por la opinión de los pueblos que lo han proclamado. Paso a probar la verdad de estas aserciones.

Desde que un gobierno se titula el protector y garante de los derechos individuales, no puede sin grave injusticia prolongar por mucho tiempo los sufrimientos de nadie, que si alguna vez son necesarios a la causa publica, dejan de serlo desde que el genio con sus recursos y la política con los suyos, pueden suplir la necesidad de la desgracia individual. La Confederación Argentina creo que ya no necesita de la de nadie, ni de ver correr mas sangre ni mas lagrimas de sus infortunados hijos; y esto parece que basta para que por el imperio de una ley de amnistía, ponga término a todo inútil sufrimiento, haga cesar la tempestad que pudo legitimar las prescripciones y restablezca de lleno el orden publico, la tranquilidad publica, sin las que el imperio de las demás leyes, no será tan exclusivo como debiera ser.

“Los delitos políticos dice un celebre jurisconsulto, difieren mucho de los civiles” Estos como de mas fácil y frecuente ejecución por la abundancia de estímulos, medios y facilidad de cometerlos, hacen mas necesario el castigo para el escarmiento y la precaución; nacen del propio movimiento o de corrupción del individuo que los comete; pueden ser clasificados y castigados con la cantidad de pena que les designan las leyes. Las relaciones entre los individuos de una Sociedad no admiten variaciones, porque parten de un derecho inmutable, cual es el natural, y son la esencia de toda Sociedad: los hombres como tales y como ciudadanos deben respetarse en toda circunstancia, y respetar sus derechos naturales con independencia de tal o cual orden social. De aquí resulta que la violación de estos derechos siempre será un delito que deba ser castigado; y por fortuna, hay reglas y medidas exactas para su castigo, porque pueden avaluarse los motivos y las circunstancias que influyen en él.

No así los delitos políticos que carecen de regla y medida cierta para clasificarlos; que se agravan o disminuyen según las circunstancias y casuales combinaciones, que no pudiendo ser clasificadas, no han podido ser previstas ni prevenidas por las leyes, que siendo siempre cometidos por un gran numero de individuos, es difícil designar la parte que a cada uno corresponde en el delito y en la pena – que en tal clase de delitos, los capítulos de acusación y los delincuentes son tantos y tan varios, que solo por esta razón unos y otros suelen numerarse y pesarse a vista de ojo, lo que en materia criminal no es permitido, es cruel, es horrible. O sino dígase; en un trastorno político ¿quién es el que pueda hacer la suma de acusados y delincuentes? Castigar a todos, seria injusto, porque todo castigo que comprende a muchos alcanza a la inocencia y es reputado cruel; castigar a unos y no a otros, es una atroz injusticia, mucho mas si el castigo como sucede casi siempre, recae sobre la debilidad de los subalternos que obedecieron, al mismo tiempo que se respeta o se premia el crimen de las cabezas que mandaron. También es cierto que las unas veces se castiga por sospechas o antecedentes que quizá no tienen relación alguna con el crimen; pero ni las sospechas ni las adivinanzas pueden servir para los juicios y menos para el castigo.

Por estas y otras razones que se omite aducir, es que el castigo de los delitos políticos, se estima en una jurisprudencia filosófica, mas bien como una medida de seguridad y de precaución, un aviso, una amonestación, antes que una pena impuesta a los delincuentes. Siendo pues esto así, una ley general de amnistía no puede ser retardada sin grave injusticia.

Tampoco puede serlo sin detrimento de la causa pública; porque una ley de amnistía, es el exordio, o mas bien el sello de un régimen constitucional bien establecido; es un articulo inherente a la paz interior y exterior de los Estados. Esto es tan cierto que Watel dice: “que en los Tratados de Paz, aunque nada se hable de amnistía, es un articulo que se supone escrito por la naturaleza misma de la paz.”

Solo la amnistía, borra los anales sangrientos de las proscripciones y apaga las vibraciones que dejan tras de sí las convulsiones políticas; solo con ella se perfecciona la paz interior de un Estado dando fin a todos los motivos de discordia, haciendo ciudadanos útiles de enemigos irritados o cuando menos descontentos siempre perjudiciales al éxito de un régimen legal que debe reposar sobre la mayor suma de opinión pública; pues que solo el orgullo de los vencedores puede desconocer, que cada enemigo es un barreno que poco o mucho, tarde o temprano taladra el edificio social, rara vez muy sólido en Gobiernos populares: que cada oprimido, cada expatriado aspira a vengarse, y para hacerlo solo espera alguna de esas oportunidades, que de continuo ofrecen los nuevos Estados en que no hay un día parecido a su víspera; que los desterrados ni aun los muertos, nunca lo son del todo, porque viven sus parientes, sus amigos, los hombres compasivos, el Estado mismo que pasado el crimen se compadece de la desgracia: que a los delincuentes o partidos políticos caídos es mas fácil ganarlos que extinguirlos y ganarlos de cerca mas que destruirlos de lejos, puesto que a la distancia pueden usar en defensa y en ataque, de armas que no tendrían en el seno mismo de la Patria. Solo el orgullo de los vencedores cegados por el resplandor del triunfo, puede en fin desconocer, que nada desacredita tanto una causa política como conducirla a sus extremos, y que el extremo de toda causa política esta en la persecución y venganza sobre los caídos.

Si todo esto es cierto, no lo es menos, que los mas de los descontentos o expatriados, aun cuando al parecer callen y repriman sus quejas durante la opresión para no agravarla; no las extinguen, sino que las fermentan en su interior como los volcanes fermentan en su seno las materias inflamables hasta que llega el momento de la combinación química y de la fatal explosión.

También es cierto que aun cuando la mayoría de la nación parezca callada en vista de muchos desgraciados, no lo está ni puede estar, porque esa mayoría modesta y silenciosa no participa de la irritación que domina al partido vencedor cuya voz se clasifica de voz de la Nación. No es así; los descontentos, los desgraciados, los perseguidos elaboran en silencio la venganza, como todos los hombres sensibles condenan una inútil crueldad.

Quizá también los expatriados saben apresurar ese momento de explosión o de venganza mas que el celo de los Gobiernos (por) precaverlo: porque ocupados de una sola idea, fomentan el descontento en el interior de la Patria y atestiguan en el exterior, que el orden público esta vacilando en ella, desde que se teme que unos cuantos individuos desarmados y desnudos de poder, lo alteren o conmuevan, siendo así que menos fuerza y menos poder se necesita para juzgar al presente según la ley, que para contener al ausente condenado fuera de ella.

Colocados en el exterior a cubierto de todo ataque y fuera de los alcances de la ley patria; protegidos muchas veces por los Gobiernos vecinos que se complacen en el descrédito y riesgo de su vecino; los proscriptos minan la suya con mas poder que el que tuvieran en el seno de ella misma. Con falsas o exageradas noticias, con calumnias derramadas a torrentes, con maquinaciones y secretas inteligencias, procuran desacreditar al Gobierno que los persigue, atizando contra él, todos los combustibles que les ofrecen sus odios y venganzas asociados a los odios y venganzas extranjeras.

Sin duda que este es un crimen horrendo; pero es tan frecuente, que su frecuencia hace creer que tenga mucho de natural. No sería extraño; porque una larga expatriación es capaz por si sola de alterar los mas puros y nobles sentimientos del corazón. En ella los lazos domésticos y sociales se relajan; el amor, la amistad y los mas caros vínculos se hielan, y se acaba por ser extranjero y aun enemigo de su misma Patria, puesto que ella misma o su Gobierno que la Representa en sus actos, los rechaza de su seno, los persigue, los acrimina, los calumnia quizá, sin oírlos, sin juzgarlos y sin concederles otra licencia, otro derecho que el del silencio y la resignación con su suerte.

Ningún ciudadano mas virtuoso que Temistocles. Sin embargo, la obstinación con que le persiguió su ingrata Patria, lo arrastró a buscar la protección del Rey de Persia y a ofrecerle sus servicios en venganza de la misma que otra vez había salvado de las garras de este. Artaxerges le concedió el mas generoso asilo, y pidió a su Dios Arimanes que siempre inspirase a sus enemigos la idea de perder a sus mejores Generales. Quizá no haya muchos tan virtuosos como Temistocles, que llegado el caso de cumplir su oferta contra su Patria, prefirió suicidarse.

Es pues indudable, y entre nosotros confirmado por la experiencia, que una larga expatriación haciendo de ciudadanos útiles, enemigos encarnizados, es en detrimento de la causa pública, en ruina de las familias privadas de su cabeza o de sus principales apoyos; en perjuicio de la moral domestica y social, en ruina o atraso del comercio y en mengua del crédito de un Gobierno que debe aspirar a la mayor suma de felicidad para el país que preside.

¿Y no es esto lo que ha sucedido y sucede hace mas de cuarenta años en nuestra desgraciada Patria?

¿No es cierto que una gran parte, del resto de argentinos que ha salvado de la cuchilla fratricida, vaga errante en extranjera tierra mendigando un amargo pan, y arrastrando el descrédito y oprobio de nuestras luchas intestinas? ¿No es verdad, que viéndose en todo el Continente Americano las sucesivas oleadas de Argentinos que van a renovar las anteriores, han clasificado a nuestra querida Patria de “país clásico de la anarquía y del desorden” en reemplazo del de la gloria y de la libertad que antes se mereció? ¿No es cierto en fin, que a falta de emigración al Exterior, la mitad de nuestras Provincias está llena de emigrados de la otra mitad? Y esto después de Caseros, después de dada y jurada la Constitución, e instalado el primer Gobierno Constitucional que hacía la esperanza de la Patria? ¡Oh! ¡que desgracia; por no decir que vergüenza, que oprobio! Pero, sigamos.

Dije que era en mengua del Gobierno. Sí; es en mengua del Gobierno; porque el destierro de una gran masa de ciudadanos sin previa formación de causa ni sentencia legal, da idea de su injusticia, de su arbitrariedad, de su inconsistencia y debilidad y de que le falta el apoyo de la opinión, y de las leyes: y cuando nada de eso le faltare, da idea de crueldad y complacencia en inútiles padecimientos; porque aun suponiendo que los delitos políticos debieran seguir en el castigo aunque no sea en el juicio, el mismo orden que los civiles; crueldad sería no perdonarlos cuando no hay riesgo alguno en ello como creo sucede en el presente caso de hallarse constituido el país. “El rigor dice Montesquieu, se debe emplear con los violadores de las leyes civiles. Con los de las leyes políticas, la Clemencia asegura la paz del Estado. Hacia aquellos, la Clemencia es vecina de la injusticia o de la debilidad: en estos, es la virtud de las bellas almas.”

Los memorables y sabidos ejemplos de Pompeyo triunfando de Sertorio y el de César triunfando de aquel, no debieran borrarse de la memoria de los vencedores colocados en iguales circunstancias. Tampoco debieran olvidar, que desde la mas remota antigüedad en que aun no había sonado la voz del cristianismo predicando caridad, humanidad; la amnistía u olvido general de los delitos políticos, fue estimada como un poderoso medio de pacificación, como el único bálsamo de los males causados por las turbaciones políticas y guerras civiles; y como el mejor garante de la victoria, dando tranquilidad a los vencedores y vencidos.

Con este objeto y a solicitud de Thrasybulo la concedió el Pueblo Ateniense después de la destrucción de los treinta tiranos. Con el mismo, e invocando este ejemplo, la propuso Cicerón al Pueblo Romano en los últimos días de la Republica. Con el mismo, el gran Enrique IV entró a Paris al grito de perdón, olvido general. En la historia de la Europa, y en especial la de la Francia desde el año 1413 hasta 830, hallamos mil amnistías concedidas por los partidos victoriosos. Iguales ejemplos ofrecen los Estados americanos en sus guerras civiles. ¿Y el nuestro? ¡Ah! No son muchos, ni ha tenido muchos días de paz en que concederla. Por lo mismo, se debe aprovechar de la presente que nos ofrece nuestra situación para dictar la que se reclama.

Solo los gobiernos mediocres o débiles sin conciencia de su poder, pueden complacerse en inútiles padecimientos de los ciudadanos y no buscar una virtud que reconcilie la justicia con la humanidad, la seguridad individual con la publica, la generosidad con la paz y el orden y que ahorre a la Patria una interminable cadena de sangrientas reacciones.

Si el Gobierno de la Confederación se cree fuerte por la opinión y la ley, no debe tardar por mas tiempo en realizar las consolantes palabras de paz, unión, olvido y fraternidad que formaron el Programa de Mayo de 851 y que fueron repetidas en los vítores de Caseros.

Debe algo mas; debe hacer que estas palabras sean repetidas y observadas, por todos los ciudadanos amantes de la Patria y del Gobierno Nacional; porque nada importa que este sea humano y generoso, si los partidos vencedores en las luchas intestinas no los son y hacen pesar sobre los vencidos todos los sangrientos abusos de las sangrientas victorias. ¿Qué importa que el Gobierno Nacional no conozca proscriptos, ni los haya por el, si los hay en algunas Provincias, cuyos hijos vagan por otras y aun en el extranjero, desmintiendo en sus personas, el imperio del régimen constitucional en la Republica? Vigente la Constitución y al frente de las autoridades Nacionales, ningún Argentino debiera estar privado de su libertad, seguridad, propiedad y demás derechos sociales sin previo juicio y sentencia legal por los tribunales competentes. Menos debieran estarlo, de volver a su Patria y al hogar doméstico, resumen de sus mejores derechos. ¿Y donde esta el juicio ni la sentencia legal que priva de los suyos a esos ciudadanos, que mas que su propia desgracia, arrastran el descrédito de su Patria en el exterior, el desmentido de la Constitución en el interior? O esta se halla vigente, o no lo está. Si lo primero, cúmplase y hágase cumplir por quienes corresponde. Si lo segundo, dígase claro para que cada Argentino sepa a que atenerse. Vigente la Constitución, establecidas las Autoridades Nacionales; estas, como primer garante de la paz interior y exterior de la Confederación, sabrán dictar medidas que la aseguren contra los impotentes esfuerzos de los que intenten alterarla: la ley tiene mas poder que la arbitrariedad, la justicia mas que la venganza, el patriotismo mas que la ambición, el egoísmo y otras pasiones desorganizadoras. La ley reconoce por inocentes a quienes no ha declarado culpables, y la Ley Nacional no ha declarado tales a esos Argentinos que arrastran fuera de su hogar la marca del proscripto. Si pues los considera inocentes, pueden volver a su Patria, a su hogar, bajo el amparo de la ley general y en especial la de la Amnistía que aleja todo temor, toda desconfianza.

Dictada dicha ley, el Gobierno Nacional debe llamar a los que seducidos por el error, la ignorancia o las pasiones de la época, se desviaron del deber y del orden, o lo que es mas cierto, no combinaron sus opiniones con las de aquellos que la justicia o la fortuna predestinaba a la victoria. Debe llamar a todos a vivir bajo el amparo de las mismas instituciones, a cuyo establecimiento se opusieron; pero no por esto, deben estar privados de los bienes que ellas ofrecen a todos los ciudadanos, y aun extranjeros.

Debe llamar a todos los Argentinos que con el nombre de proscriptos, pueblan el exterior y aun los desiertos, de donde quiera el Cielo, que algún día no vuelvan conduciendo a los salvajes disciplinados por ellos, a arrasar a su Patria, como los proscriptos y tránsfugas del Imperio Romano condujeron y disciplinaron a las hordas del Norte que lo invadieron, talaron y dominaron.

Debe en fin hacer que la Amnistía conceda la ley, obligando a todos los ciudadanos, y que todos la respeten, para evitar que las venganzas particulares sean imputadas al Gobierno y no al refractario que las cometa. Solo de este modo, le ley de amnistía llenará su objeto a favor de los Pueblos y de los Gobiernos. Solo de este modo, cesarán las desgracias de nuestra Patria al parecer condenada a la pena de Sísifo por haber revelado un secreto de Júpiter. Solo en fin de este modo, el Gobierno ganará la confianza y el amor de todos los ciudadanos, sean cuales fueren las opiniones que los dividan.

Preguntado Trajano dice Plinio, como había logrado hacerse amar tanto de todos los ciudadanos, respondió “perdonando a todos los que me han ofendido, no olvidando a los que me han servido, no aborreciendo a nadie, porque el que manda debe estar exento de odio para no dejarse arrastrar por la ira, que es un mal sin limites en medio de un poder que no los tiene” “Tuvo amigos, continua Plinio, porque sabia amar; daba oídos a la verdad, porque él era sincero; no lo engañaban, porque el no engañaba, y Príncipe a quien engañan, es porque el ha engañado antes.” ¡Oh y cuán cierto es, que la moral en los Gobiernos es la única sana política para el régimen de los Estados!

Todo lo dicho hasta aquí importa la ley de amnistía que la justicia, la humanidad, el decoro y el interés de la Patria reclaman de sus RR. A la apertura de sus primeras cámaras legislativas. Esa sola palabra pronunciada por ellas y repetida por el Ejecutivo Nacional cuyo Gefe la pronunció el primero en los campos de Caseros, bastará a restañar heridas abiertas en cuarenta años de desgracias y lavarnos de manchas que ellas han dejado sobre nuestro carácter en el concepto de los testigos de nuestras guerras fratricidas.

Pero; si es justo que el Gobierno y los partidos victoriosos corran un velo sobre desgracias y desórdenes pasados; aun los es mas que lo corran los autores o victimas de ellos: que olviden sufrimientos que ellos mismos o las circunstancias les atrajeron; que olviden las ofensas que quizá hayan sido reacciones de las suyas como sucede en los partidos políticos; por que, si el olvido no es recíproco, si la venganza aun hierve en sus corazones, seguirá un sistema de represalias funesto para los que lo provoquen. En este caso, la amnistía refluirá en perjuicio de los que la violen y el bálsamo se convertirá en mortal veneno; porque corruptio optimi pessima.

Pero, lejos de todos tan desconsolante idea. En la soledad del destierro, en el silencio de la ambición y demás pasiones políticas y cuando el yugo de la desgracia ha pesado largo tiempo sobre el hombre; la virtud suele hacerse escuchar en bien del individuo y de la Sociedad. Ella le recuerda sus errores, sus faltas o sus crímenes: y aunque el amor propio no le permita confesarlos ni adjudicarlos todas sus legitimas consecuencias; sin embargo el hombre no desconoce porque su conciencia se lo dice, “que de todas o de la mayor parte de sus desgracias, el es su exclusivo autor” y esta sola idea llega a hacerlo indulgente con los que le han causado otras, quizá en reacción de las que el ocasionó a los mismos.

Los hombres en el infortunio se hallan tanto mas dispuestos a la indulgencia, cuanto que es propio de la desgracia calmar la fuerza de nuestras pasiones y domar la impetuosidad de nuestro carácter. Distantes de la sociedad que formaba su cortejo y alimentaba su orgullo, su ambición o vanidad; excéntricos a la en que los ha colocado el destierro, y llevando en su frente la marca del infortunio que confunde al inocente con el culpable, al reo de opinión con el reo de hechos; se disipan mil ilusiones contraídas en épocas mas felices y en círculos que les pertenecían por vínculos mas estrechos y lisonjeros. Al prisma de la desgracia que no engaña, todo se discierne con claridad y exactitud. Los hombres, las cosas, las opiniones, todo se ve como es en sí, y desnudo del barniz con que nuestras pasiones saben cubrir los objetos que les interesan.

Pero si por desgracia vuelven al país natal, al hogar domestico, dominados por los mismos odios y venganzas con que se alejaron de él; suyas y no de la ley serán las amargas consecuencias que vuelvan a pesar sobre su tenacidad e imprudente capricho: suya será la culpa si la ley de amnistía tiene que convertirse en ley de rigor y exterminio contra los que la violen.

Pero ya no es de temer tanta desgracia en nuestra infortunada Patria. Quizá por primera vez domina en tos los pueblos un espíritu de paz y vehemente anhelo por la organización nacional y el suave imperio de la ley en reemplazo del de la fuerza que nos ha oprimido por tantos años.

No terminaré este escrito sin vindicar a las Autoridades Nacionales de la aparente nota que podía recaer sobre ellas por la falta de una ley de amnistía dictada por el Congreso General Constituyente o por el Gobierno Constitucional en su instalación.

El Congreso General Constituyente la dictó bien explícita en la liberal Constitución que sancionó y presentó a los pueblos para su aceptación y solemne juramento. Tampoco le constaba oficialmente de prescripciones que llevasen carácter nacional, cuyo remedio fuese del poder constituyente al que estaban limitadas sus augustas funciones.

Menos podía emanar del Gobierno Constitucional instalado en Marzo de cuya atribución no es dictar leyes sino Decretos para el cumplimiento de las que dictare el poder competente. El ejecutivo nacional puede conceder gracia, perdón, o indulto en los casos que la ley le concede esta atribución; mas no dictar una ley de amnistía privativa ahora de las Cámaras Constitucionales próximas a instalarse. A ellas se la pide el pueblo Argentino en el interés de la Patria y honor del Gobierno; se la pide en nombre de la desgracia y de la humanidad interesada en el alivio de todo el que la padece: se la pide en fin cual se la aconseja su alta sabiduría. ¡Feliz de mi si alguna de las ideas emitidas en este escrito asociada a la voz de aquella, concurre a mejorar la suerte del ultimo de mis compatriotas, del último de mis semejantes!

Paraná, Julio 19 de 1854
Facundo Zuviría